POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
Pienso, luego exilio.
Atahualpa Yupanqui
Nacido el 1° de noviembre de 1905 en Matamoros, Coahuila, José Santos Valdés pertenece a una especie de profesores en aparente extinción, de esos comprometidos con la comunidad en la que les toque ejercer su labor pedagógica. Un tipo de profesor que entiende que su labor no es solamente enseñar a los niños el alfabeto, sino que, asumiendo los riesgos inherentes, enseñaba a los padres de los niños a leer la vida, a descifrar los misterios de la desigualdad social. Como parte de esa especie están los profesores destinados a trabajar en la parte rural de nuestro país, aquellos egresados de las Escuelas Normales Rurales, un proyecto con el que el naciente Estado revolucionario quería cumplir su compromiso con las masas campesinas, justo las que engrosaron las fuerzas revolucionarias que barrieron con el régimen de Porfirio Díaz.
Desde su inicio, las normales rurales se convirtieron en un motor de transformación social, un mecanismo para la generación de los profesores que llevarían el conocimiento a la parte mas desatendida de nuestra sociedad, que eran los habitantes del campo. Y desde un principio, también, los alumnos de esas escuelas serían los hijos de los campesinos, los más pobres entre los pobres, los que mejor entendían que la transformación social tendría que ser desde abajo o no sería. Por eso, desde un principio, los profesores egresados de las normales rurales estaban destinados a vivir la vida de sus padres, una vida de opresión resignada o una vida de rebeldía organizada, con las consecuentes represiones en la forma de amenazas, despidos, golpizas, exilios o asesinatos.
José Santos Valdés estudió, becado, en la Escuela Normal del Estado de Coahuila Una vez convertido en profesor trabajó en diversas escuelas y llegó a ser director de la normal de Galeana, en Nuevo León y de la normal “Gral. Matías Ramos Santos”, en San Marcos, Zacatecas. Llegó a ser Inspector de Enseñanza Normal, Jefe de la Misión Cultural en Querétaro, en Veracruz y en Tabasco. Por cierto, cuando fue inspector de Zona en las escuelas primarias de Hermosillo, Sonora, fue expulsado del estado por el entonces gobernador Rodolfo Elías Calles quien lo exilió por ser “un peligroso comunista”.
En 1934 el profesor Santos Valdés fue comisionado como director de la entonces Escuela Central Agrícola de Santa Lucía (hoy Guadalupe Aguilera, Durango). Ahí le tocó llevar a cabo la fusión o síntesis de una escuela normal rural, una escuela central agrícola y una misión cultural, con todo lo que ello implicaba en posibilidades de transformación social, esto en una sociedad conservadora como la duranguense. Tan conservadora esa sociedad que en 1935, los Cristeros que poco antes se habían levantado en armas, pidieron la salida del profesor Valdés como parte de las negociaciones para pacificar el estado de Durango.
Exiliado de Sonora, luego de Durango, simple y sencillamente por combatir la ignorancia, sobre todo la personificada en gobernantes que traicionaron las causas por las que millones de campesinos decidieron sumarse a una Revolución. La lucha del profesor Santos Valdés prosiguió en cada uno de los lugares a los que fue asignado, aún dentro del mismo gremio magisterial. Algunos, incluso, lo vinculan al movimiento guerrillero de los años 70, aunque esa vinculación sea polémica.
Santos Valdés nació en Matamoros y vivió muchos años en Lerdo, Durango, ciudades que lo honraron poniendo su nombre a vialidades importantes. Hoy, el Cabildo lerdense reniega de tal honor y exilia, simbólicamente, a Santos Valdés. Parece que, después de muerto, sigue siendo exiliado por haber dedicado su vida a combatir la ignorancia.