POR: PEDRO BELMRES O.
No es muy común despertar y saber que tienes problemas. No somos capaces de agradecerle a Dios porque estamos vivos.
Cuando éramos niños, no nos preocupaba el mañana, todo lo resolvíamos jugando, divirtiéndonos con nuestros amigos. Si en la noche nos daba miedo la oscuridad, sabíamos que con un grito ahí estaban nuestros padres.
Hoy que somos adultos casi todo nos causa temor, enfrentarnos con nuestros problemas y las dificultades que tenemos día a día.
De niños nuestra valentía era mayor al subir a los árboles o al cruzar la calle, gozábamos tener nuestras propias aventuras.
Hoy quizás no podemos enfrentar las cosas que pueden ser tan sencillas, el miedo nos provoca ser personas tan frágiles y al enfrentar la vida nos negamos también a vivirla como nos toque.
Sé cómo aquel niño o niña que algún día fuiste, se audaz y al mismo tiempo feliz y dichoso, volvamos a intentar y a confrontar lo que venga, asimismo, soportar las olas de un mar vehemente.
Nuestra vejez será nuestra mayor satisfacción de haber cumplido todos los retos que la misma vida nos impuso, y, sobre todo, agradecerle a Dios por la vida y el camino que nos dio.