POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
El pasado martes 22 se conmemoró, como cada año, el Día Mundial del Agua, fecha establecida desde 1992 por la ONU para propiciar la reflexión en torno al desigual acceso y los no siempre racionales usos que hacemos del vital líquido. Para cada año la ONU propone el énfasis en algún aspecto diferente de la problemática en torno al agua, y para este 2022 la preocupación es sobre el agua subterránea. Por eso en este año el lema es “Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible”, con el objetivo de lograr que la sociedad se asome a lo que sucede con los acuíferos que se encuentran bajo tierra, que descubramos que el nivel de los mismos es cada vez menor y que, además, en muchos de los casos ya se encuentran contaminados y/o sobreexplotados, como es el caso de la Comarca Lagunera.
No somos la excepción, por supuesto. El modelo de desarrollo, vigente en muchos de nuestros países desde hace muchos años, es productivista, guiado por una mentalidad de tipo extractivista que, como en el caso de la explotación minera, extrae el recurso hasta donde sea rentable hacerlo. Una vez que el recurso se agota, agua en nuestro caso, la explotación se abandona y se busca otro sitito que ofrezca posibilidades de explotación, siempre bajo la lógica de obtener el mayor beneficio económico al menor costo, siempre dejando de lado cualquier consideración ambiental.
Cuando decimos que no somos la excepción no estamos buscando el consuelo en el mal de muchos, tan solo buscamos comprender y hacer entender que el problema no es la naturaleza (misma que se declara inocente, como decía Rolando García) y que, por tanto, debemos buscar la explicación en la desigualdad social del acceso al agua. Tanto en el norte como en el sur de nuestro país algunos disponen de más agua de la que necesitan, mientras que otros, la gran mayoría, carece de ella en cantidad y calidad suficientes para satisfacer sus necesidades más básicas. Por eso el título de este comentario se debe a la protesta de unas cuantas decenas de ciudadanos regiomontanos que, aprovechando este día mundial del agua, decidieron protestar por la escases que, a diferencia de lo que dicen los gobiernos, se debe al saqueo mas que a la sequía. Allá, en Monterrey, son los industriales los que toman el agua de todos para sus procesos de industrialización, mientras que acá, en La Laguna, son los ganaderos los que se apropian del acuífero para la producción lechera. Allá salieron a protestar, acá instalaron algo que se llama Casa de Agua Toño Simón.
Son dos formas diferentes pero complementarias de lucha para que todos tengamos acceso al agua, al menos para satisfacer las necesidades más elementales como la sed, la preparación de los alimentos y el aseo personal. Son luchas que se complementan porque, sin duda, es necesario hacer visible la invisible ruta que sigue el agua subterránea para terminar en las fábricas regiomontanas o en los establos lecheros laguneros a costa de la sed insatisfecha de quienes habitamos en Monterrey o en La Laguna, así como es necesario llevar el agua saludable a poblaciones que, como Lequeitio, parecen condenadas a morir de sed o de cáncer.
Comentario aparte merece que esta Casa de Agua en Lequeitio lleve el nombre de Antonio Simón Zamora (asesinado en 1991), mejor conocido como Toño Simón, entrañable amigo y compañero de aquellas luchas setenteras cuyo único propósito era que los marginados rompieran su marginación, fuesen capaces de constituirse en masas organizadas y en lucha, embrión de un nuevo tipo de sociedad más igualitaria.