POR: AGENTE 57
Arrancamos… A los 24 años, Rosario Robles recién terminaba sus estudios de Economía en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, era admiradora del movimiento agrario de los años setenta y lo ponía como ejemplo de la lucha social, el cual defendiendo el territorio había enfrentado la «ofensiva» del Estado. Era el año 1980 y parte de estas ideas fueron incluidas en su tesis El movimiento Campesino en México. Una década de Lucha [1970-19791]. Incluso, decía que la izquierda debía aprender de la organización de los «campesinos pobres» que se habían convertido en actores centrales para la «revolución socialista». Entonces no imaginaba que tres décadas después el tema regresaría a su vida, pero con ella en la trinchera opuesta, como miembro del Estado y encargada de operar la política social; menos aún, que su administración sería señalada por el desvío de recursos públicos dirigidos a los más pobres del país. El 19 de abril de 2013 era un día importante para la Secretaría de Desarrollo Social, Rosario Robles, pues arrancaban las acciones de la Cruzada Nacional contra el Hambre, la primer gran acción del priista recién llegado a la presidencia, Enrique Peña Nieto, y que, además, sería apadrinada por el expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien entonces era ejemplo de la gobernanza y as- censo al poder desde la izquierda. En el acto no sólo dio inicio a la estrategia contra la pobreza, sino también el pacto de protección presidencial que la acompañaría el resto del sexenio. «No te preocupes, Rosario, hay que aguantar, soltó Peña a los pocos minutos del discurso inaugural. El mensaje era claramente para los partidos políticos opositores que dos días antes habían pedido juicio político en contra de la secretaria por el presunto uso electoral de los programas sociales en Veracruz, donde ese año se elegiría al Congreso estatal y a las presidencias municipales. Peña Nieto dejaba claro que ella no sólo tenía un lugar privilegiado en su primer círculo, sino que era una pieza clave en su operación política. Rosario le respondió con una ovación, más que ningún otro en el presídium aplaudió sonriente. «Bravo», le gritó. Era el gesto público de su complicidad.
MI VERDAD. – Rosario, el ave fénix del PRI.