POR: SAMUEL CEPEDA TOVAR
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Es un lugar común que cada político desee imprimir su sello personal o su estilo de gobernar durante su mandato, algunos incluso desean hacerlo para la posteridad; sin embargo, los estilos personales a veces resultan ser ilegales y fuera de lugar. No es lo mismo adoptar un emblema de gobierno como la eficiencia, la transparencia, la inclusión, la honestidad o cualquier otro valor o atribución que realizar acciones como confeccionar un himno, modificar el escudo del ámbito de gobierno o edificar nuevas dependencias o departamentos. En nuestro municipio de Allende, por ejemplo, la administración que está por concluir en su primer día de gobierno nos sorprendió con un himno para el cual no se realizó convocatoria alguna, sino que simplemente se impuso como parte de un legado para la posteridad. En Nuevo León, por ejemplo, el gobernador, Samuel García, ha realizado ciertas modificaciones al escudo del estado suprimiendo el lema de “Semper Ascendens” (Siempre Ascendiendo) que estaba sobre colores patrios que también eliminó; pareciera que los símbolos solo fueran representativos del gobierno en turno y no del Estado; así mismo creó la oficina denominada “Amar a Nuevo León” para que su esposa participe activamente en el nuevo gobierno. Por ello, no sorprende la noticia sobre la posible modificación de la bandera nacional que fue evidenciada por los medios en un evento de la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, durante un evento en el 27 batallón de infantería en Iguala. En dicha bandera la serpiente aparece en una posición distinta devorando a la serpiente y que con su cuerpo forma una letra “S”. Desde luego que las criticas no se hicieron esperar señalando que la “s” hacia alusión directa a su apellido. La gobernadora, sin embargo, ha negado ser la responsable de haber sido la autora de esta bandera que no está incluida en las 11 banderas nacionales reconocidas legalmente, las cuales son el estandarte de Hidalgo, la bandera de Morelos, la bandera Trigarante, la bandera de Iturbide, la bandera de Maximiliano, la segunda bandera nacional (Juárez), la primera bandera de Porfirio Díaz, la segunda bandera de Porfirio, la bandera de Carranza, la bandera de 1934 y la actual bandera que desde 1968 por decreto presidencial no ha recibido modificación alguna hasta la que vimos en el evento de la gobernadora de Guerrero. Insisto, no sorprende, porque es una especie de “manía” política producto de la apropiación de los espacios públicos en que caen muchos políticos, aunque sea un delito, pues modificar la bandera según los artículos 2, 5, 191 y 192 de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales acarrea penas pecuniarias y penales. Resulta también desconcertante que la milicia deje pasar este tipo de acontecimientos, pues son quienes más presentan respeto a la bandera en los diversos eventos cívicos en los que regularmente participan. De cualquier manera, y a reserva de identificar al creador de la bandera usada en Guerrero, se trata de una práctica tan tradicional y sui géneris que suele ser también de mal gusto y representa la idiosincrasia de una clase política que parece no entender que solo está de paso en los cargos públicos y no de manera vitalicia.