POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
En el paulatino proceso de igualar derechos a ciudadanos considerados “diferentes”, nuestra sociedad avanza, aunque no sin resistencias. Aunque la lucha por el reconocimiento de los derechos de las minorías sexuales en nuestro país tiene larga data, los inicios formales pueden ubicarse a principios de los años setenta, una década en la que muchas de las formas de relación social empezaban a cambiar, en buena medida bajo el impulso del movimiento estudiantil de 1968, además de los cambios culturales que afectaban a los principales países de Occidente.
Sin embargo, todavía entonces vivíamos en un régimen cuya característica principal era el autoritarismo tal como lo había demostrado la represión del ´68 y como se ratificaría con el “halconazo” de 1971. Pero, y esto es lo importante, los jóvenes, sobre todo los estudiantes, no dejarían de movilizarse porque habían descubierto grandes fisuras en esa cultura autoritaria. Así se creaban las condiciones para que los grupos de sexualidades diversas aprovecharan el ambiente de rebeldía que, pese a la represión, existía en algunas de las ciudades mexicanas. En esas circunstancias nace el Movimiento de Liberación Homosexual (MLH), cuyos objetivos iniciales eran compartir experiencias de discriminación y denunciarlas a través de reuniones y volantes.
La política represiva hacia los movimientos que se consideraban más subversivos hizo que al poco tiempo de haber nacido el MLH se refugiara en la clandestinidad, al igual que las organizaciones de otros grupos sociales que también demandaban el reconocimiento a sus derechos. Pero, aún desde la clandestinidad, la lucha por los derechos de las minorías sexuales continuó. La década de los ´80s fue más complicada aún porque, al igual que en muchos otros países, en México se asistía a un proceso de derechización más intenso, como reacción a los intentos de las clases subalternas por conquistar algunos de sus derechos más elementales como el de expresión. Tanto en lo político como en lo cultural, la ideología de derecha se convertía en instituciones, leyes, reglamentos y, además, en un nuevo sentido común, una nueva lógica desde la que se procesaba la nueva manera de regular los comportamientos sociales.
No era que el machismo se iniciara en la vida pública, era más bien que adquiría nuevos bríos y recuperaba algunos de los pocos espacios de tolerancia y respeto que los movimientos disidentes habían logrado conquistar. La década ochentera es la época en que la derecha de prácticamente todos los países occidentales, unos en mayor medida que otros, se derechizaban en sus instituciones y, sobre todo, en su cultura. Es el periodo más difícil para quienes intentaban conservar o conquistar algo de dignidad para los sectores sociales subalternos. Es la época de golpes de Estado en Sudamérica y de represión sangrienta en México. Por si fuera poco, es también el tiempo del VIH Sida, pandemia en la que se convierte a las homosexuales en el principal vehículo de transmisión de la enfermedad, con lo que la satanización de estas conductas facilita su represión, situación que, paradójicamente, abrió enormes espacios de organización a las llamadas minorías sexuales y, además, les brindó un espacio de interlocución con el resto de la sociedad al exigir atención médica, argumentando que al protegerlos a ellos se protegía a los demás.
La lucha continuó y ahora estamos en una circunstancia en la que desde 2010 existe el derecho al llamado matrimonio igualitario…en la ciudad de México. Desde entonces la mayoría de las entidades federativas reconocen este derecho, pero aún quedan 11 que se niegan a reconocer un derecho que ya está reconocido en la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos.