LA PANDEMIA, LAS VACUNAS Y EL DESMADRE
En mis largos años de existencia, nunca había visto tanta torpeza, incapacidad y desmadre, en la aplicación de una pinchurrienta vacuna. Aunque no me asombra, dada la torpeza, la poca seriedad y la abulia, con la que el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, abordó la emergencia desde el primer día que se decretó en el plano mundial.
Primero la negó, después, la desestimó y luego, la minimizó, cuando el mundo estaba preparándose para lo peor.
El manejo de la evolución de los contagios, desde un principio, tuvo que ajustarse a los deseos del AMLO, lo que propició que el combate del Covid, fuera errático y que los números de fallecimientos por la Pandemia, se maquillaran para hacerlos coincidir con los otros números, que siempre maneja el jefe del Ejecutivo.
Revés tras revés, al encargado del manejo de la crisis, Hugo López, fue golpeado por la tozuda realidad, solo propició desconcierto y desinformación, situación que empeoró la crisis. ¿Se acuerdan de su cifra catastrófica de 60 mil muertes por la enfermedad? Pues esa cifra catatónica, se multiplicó con creces y se habla de cerca de 800 mil muertes. ¿Alguien le reclamó su torpeza o él mismo la reconoció? NO. Porque estamos viviendo en el país maravilloso que gobierna un iluminado.
Ha sido tan torpe este gobierno -en todos los aspectos-, que la gente ya se acostumbró a las mentiras, las medias verdades y a las alucinaciones del Presidente, que en vez de gobernar, sigue en campaña permanente, ideando consultas, luchando contra molinos de viento y enfrentando entre sí a los mexicanos.
Pero volviendo a las vacunas y al proceso de vacunación, primero se dijo que se habían reservado mil millones de pesos para la adquisición de vacunas, pero resultó, que las primeras que llegaron al país, fueron otorgadas por la empresa Pfizer, para que fueran usadas y así, completar la cantidad de pruebas que se exige, para que la vacuna pueda ser liberada.
Después vinieron las contradicciones del Canciller, Marcelo Ebrard, cuando se fue de compras por el mundo, para asegurar las vacunas suficientes para toda la población, cosa que, a la fecha, no se ha logrado.
Pero lo peor de todo, y es lo que nos ocupa, es la desorganización, la torpeza, la incapacidad y el desorden que se ha creado alrededor del proceso de vacunación.
De los 130 millones de habitantes que tiene el país, solo se han podido vacunar al 35%, en todos estos meses que comenzó la vacunación.
Lo más lamentable, es que, cuando no se ha inoculado ni al 50%, se presenta una tercera ola de contagios, éstos, más mortíferos que los de la primera y segunda ola.
La incompetencia y la incapacidad para avanzar en el proceso de vacunación, desde un principio, fue causada, porque se dejó que personas sin experiencia en estos menesteres, se encargarán de su aplicación.
Ni la más mínima planeación, el más mínimo sentido común y una total falta de criterio. Todo, porque el Presidente y sus servidores de la nación, se quieren llevar todo el crédito. Ah, porque en este gobierno, no importa la salud de la gente, importa más, sacar raja política, para los proyectos futuros del gran Tlatoani.
Ah, y con todo este desorden, el Presidente ordenó que las clases presenciales de todos los niveles, se reanuden el 31 de Agosto. No importa que los niños –que, de acuerdo con cifras recientes, 800 se han contagiado de Covid-, ni que muchos maestros no han recibido su segunda dosis, ni que las escuelas se encuentren en pésimas condiciones, que no tengan baños, ni agua, ni aulas ventiladas y que, lo peor, en las regiones indígenas, que, dicho sea de paso, no hayan sido atendidas, ni se han aplicado vacunas.
Por cierto, en la Coordinación de la Unidad Torreón de la UAdeC, dos trabajadores del Departamento de Asuntos Académicos, se contagiaron del virus. La Coordinadora, cerró unos días ese espacio, pero el resto del personal sigue asistiendo como si nada.
Creemos que es un riesgo innecesario iniciar las clases presenciales, porque se puede desatar un contagio masivo, cuando los padres de familia vayan a recoger a sus hijos, llevarlos a casa, sin saber si contrajeron el virus por algún compañero en la escuela.