POR: MED. DANIELA CARLOS ORDAZ
“Educar es servir. Servir es dar. Dar es amor”.
El paso del tiempo ha hecho estragos en todas las escuelas del país, algunas de ellas olvidadas… pupitres llenos de polvo, hojas de los arboles acumuladas en los patios y pintarrones aun con la fecha marcada: marzo 2019.
Otras con la fe puesta en que de un momento a otro les comuniquen que el regreso a clases no es solo una falsa ilusión; mientras que unas cuantas, quedaron expuestas, después de haber sido vandalizadas y porqué no decirlo, hasta saqueadas.
Pero lo que se veía casi imposible, sucedió. Las condiciones para un regreso a clases, con un semáforo en color verde y la aplicación de las vacunas a los docentes en todo el estado de Coahuila, dio pie a que surgiera la posibilidad, de un inminente regreso a clases.
Muchos se mostraron emocionados, otros no tanto. Algunos de ellos argumentando que aun vacunados, los maestros estamos expuestos a contagiarnos y contagiar. Otros manifestaban que no era correcto hacerlo en las condiciones en las que muchas escuelas estaban. Todo giraba en torno a la decisión de los docentes, independientemente de lo que se decidiera en las altas esferas del sector educativo.
Viendo que no se llegaba a una ningún acuerdo, se opto por llamar a las partes implicadas, y decidir de una vez por todas, cuando y de qué manera, sería el regreso a clases.
Llegaron a la mesa de gobierno el sector salud, el educativo y hasta la representación sindical.
Habiendo llegado a una conclusión se opto por ejercer un plan piloto, con el cual regresarían solo unas cuantas escuelas para obtener resultados que proporcionarían indicadores precisos de lo que sería un retorno a clases general en el ciclo escolar 2021-2022.
Y todos en medio de documentos, docentes haciendo oficios y demás papeles, y lo padres de familia atendiendo al llamado, mientras los niños aguardan en sus casas, algunos temerosos, otros ansiosos, y unos cuantos volverán al trabajo, que desde inicios de pandemia habían suspendido por varios motivos.
Surgen múltiples preguntas con base en estos hechos. ¿Cuáles serán las reacciones de los alumnos?, ¿Qué efectos tendrá en sus aprendizajes el tiempo que estuvieron confinados a sus casas?, ¿Podrán los docentes, hacer frente a los retos que implica el regreso a clases, después de estar detrás de un monitor por más de un año?, ¿Qué estrategias implementarán para apoyar a los alumnos que no puedan reintegrarse social y emocionalmente?
Algunos regresarán con espacios vacíos en su entorno familiar. Huecos que dejaron una huella en sus vidas.
La pandemia nos obligó a despedirnos sin poder decir adiós, a dejar a la voluntad divina la vida de un familiar o un ser querido.
Niños que quedaron huérfanos, otros que perdieron hermanos, tíos, abuelos; familias enteras que quedaron marcadas por el virus de la soledad, la incertidumbre y la desolación.
Eso sin dejar de lado el factor económico, que aqueja a la mayoría, si no es que a casi la totalidad de la población. Negocios que tuvieron que cerrar, entradas económicas que dejaron de hacerse presentes en muchos hogares, y que se manifestó en mesas sin comida y sillas vacías.
Familias que tuvieron que migrar para poder subsistir, y otras que tuvieron que salir a las calles a buscar lo indispensable para vivir.
Y en el centro de todo este huracán, están todos esos alumnos que volverán a sus aulas.
Mucho se ha dicho, de lo que se exige para poder regresar a clases, por ambas partes, tanto para quienes van a brindar el servicio, como para quienes van a proveer de los insumos, y sobre todo, quienes van a recibirlo.
Pero, me pregunto ¿qué estamos dispuestos a dar?, ¿qué es lo que podemos brindar?... estamos tan acostumbrados a pedir, que frecuentemente se nos olvida el significado de la palabra dar.
¿Cómo docente que puedo hacer?, como padre de familia, como directivo, hasta como un individuo parte de esta sociedad.
Reflexionemos por un momento, y recordemos nuestra vocación de servicio, vayamos a lo más recóndito de nuestros recuerdos y tratemos de recuperar aquellos, en los que el simple hecho de saber que ya teníamos una plaza docente, nos hacia brincar de emoción y alegría.
Hay alumnos que el único refugio que tenían era la escuela, que los mejores momentos que vivieron, fueron al lado de sus compañeros y de sus maestras y/o maestros. No los dejemos solos.
Si sabes de un niño, docente o padre/madre de familia que entrará en el programa de escuelas piloto, no los intimides, no les hagas más difícil este proceso, el miedo solo nos paraliza cuando no sabemos encausarlos. Al contrario, aliéntalos, apóyalos, bríndales un saludo a lo lejos, que se sientas nuevamente parte de esta nueva realidad que nosotros llamamos vida.
Estamos a punto de vivir un proceso histórico, nunca, jamás algo similar había sucedido. Dejemos pues una huella favorable para marcar los cimientos de lo que veremos como una nueva forma de estar en clases y aprender.
Y para qué son las alas, sino más que para volar…