POR: PEDRO BELMARES O.
Cuando yo era niño, quería hacer todo lo que se me ocurría comer, todas las golosinas o hacer travesuras y salir a la calle, pero mi madre no me dejaba hacer lo que quisiera, siempre estaba a un lado de mí como previniendo lo que yo iba hacer, ya fuera en una casa ajena o hasta en mi propia casa.
Mi padre, solo decía: déjalo ser niño, siempre tras tu falda, a esto mi madre le contestaba: es mi hijo, y yo sabré como educarlo. Aunque éramos pobres, jamás exigí tener juguetes, solo con mi imaginación tenía suficiente.
Un día llovió demasiado que por las calles el agua se acumulaba, todos los niños se bañaban felices y yo al verlos me quise ir, pero mi madre me agarró al instante y me dijo: hijo, esa agua esta sucia, podrías enfermarte. A mi no me importaba el agua si estaba sucia o fría, solo quería ser como esos niños y jugar con los demás.
Fui creciendo con limitaciones que mi madre me ponía hasta perder todos mis amigos porque no me dejaba juntarme con ellos, en la escuela se burlaban de mí por no tener amigos, aunque amaba a mi madre le guardaba coraje, al entrar a la adolescencia la situación era peor, no salía a la calle, solo de la casa a la escuela.
Las primeras fiestas que me invitaban mis amigos, mi madre me prohibía ir, era capaz de dejarme encerrado en mi cuarto hasta el día siguiente. Un día, al salir de la escuela, se me hizo fácil escaparme y no regresar a mi casa, sabía que cuando regresaría me iban a castigar y no iban a ser severos conmigo.
Por la tarde, estuve con unos amigos hasta que anocheció, me quedé solo y anduve por las calles sin miedo a lo desconocido, era tanta mi alegría por mi libertad momentánea, pero sabía que por dentro de mí, que mi madre estaría sufriendo. Decidí regresar y al llegar a la casa mi padre me regaño, me dijo que era yo un inconsciente que no sabía lo que había hecho, mi madre solo se quedó callada pero su silencio era más hiriente que lo que me dijo mi padre.
Pasaron los días y mi madre me dejó de hablar hasta que rompí en llanto y le dije: medre perdóneme, pero ya no puedo ni un día más sin que usted no me hable, y mi madre me dijo: hijo, todo el tiempo te he cuidado y protegido de las cosas malas que hay en el mundo; tal vez, ahora no me comprendas hasta cuando tengas tus hijos sabrás que tener un hijo es el mayor tesoro. Después de esa platica que tuvimos, reflexioné en muchas cosas porque mi madre era dominante y estricta conmigo y pude entenderla.
El tiempo pasó, hoy, soy todo un hombre y terminé mis estudios y me gradué con los mejores promedios y me casé con una gran mujer, supe de algunos amigos que terminaron siendo alcohólicos sin rumbo; hoy, sé todos los sacrificios que hizo mi madre por mí. Ya no está mi madre conmigo para agradecerle tantas cosas por hacerme un hombre de bien.