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Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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LAS VACUNAS QUE NO LLEGAN / 776


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Por:
Sin Censura
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07-03-2021
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

A un año de encierro obligatorio para evitar el contagio de Covid han pasado muchas cosas. Entre otras, la pérdida de seres humanos que dejaron dolor en familias y el sentimiento de que a veces estábamos en una estrategia correcta y, en otros momentos la sensación era de qué no sabíamos que hacer ante la magnitud de la pandemia.

Tales cambios anímicos se explicaban en parte porque la situación que se enfrentaba era inédita y, además, cambiante. No había mucho donde consultar, a pesar de que no era la primera pandemia que se enfrentaba. Tono nuevo virus exige conocimientos viejos pero actualizados, además de conocimientos frescos sobre las nuevas circunstancias en las que hace su aparición. No sólo en lo que se refiere estrictamente al campo médico sino también a lo concerniente al campo del comportamiento de la sociedad, porque es justamente lo que genera las condiciones que impiden o propician el contagio.

Nuevos comportamientos que exigen nuevas formas de percibir la vida y, particularmente, la vida social, la forma de relacionarnos con los demás. Algo que cambió sustancialmente a partir de los años 80 del siglo pasado, particularmente la escala de valores en la que, hasta entonces, ocupaba los primeros lugares la necesidad de sentirse parte de una sociedad a la que cuidábamos con el mismo celo con el que protegíamos nuestros intereses particulares. No veíamos diferencia y, mucho menos, contraposición entre nuestras necesidades particulares y las sociales o comunitarias.

Desde que las ideas neoliberales asaltaron los espacios de toma de decisiones en México, como es el caso del poder ejecutivo a partir de 1982, las prioridades empezaron a cambiar. Nos convencieron de que éramos un país atrasado y, además, que esto se debía a que estábamos amarrados a ideas y actitudes en las que conceptos como la solidaridad o el interés común representaban rémoras que nos impedían convertirnos en un país exitoso.

A partir de entonces la lucha por el éxito individual se reflejaría en el éxito del país. Compitiendo unos con otros, aprenderíamos a competir y triunfar sobre otros y no nos dimos cuenta de que esa competencia lo único que hizo fue abrir fisuras en el edificio social que ahora se presentan como si su origen fuese actual. Ahora que queremos competir hasta por las vacunas, nos damos cuenta del profundo daño que nos ha hecho el dogma neoliberal que nos impide ver el bien común, que nos impide entender que por el bien de todos los pobres deberían estar en primer lugar, no por ellos, sino por todos.

En medio de esa competencia estamos sujetos a diversas formas de interpretar las vicisitudes a que está sujeta la elaboración y distribución de una vacuna elaborada por países que tampoco entienden que vacunar a los pobres les dará una mejor posibilidad de reducir el ritmo de contagio, dadas las circunstancias de vivir en un mudo globalizado en el que es imposible cerrar las fronteras para impedir el ingreso del virus a sus naciones.

Por eso las vacunas no llegan a México, por eso el proceso de vacunación se ralentiza. Por eso la preocupación crece y la polarización es atizada porque se le ve como una posibilidad de obtener ganancias políticas en tiempos electorales, en los que ya estamos. Difícil esperar prudencia y ecuanimidad. La cada vez más cercana fecha de las elecciones hace más urgente la llegada de las vacunas, antes de que continúe el proceso de contaminación partidista de un proceso que nos conviene a todos, independientemente de por quién votemos.

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