POR: REDACCIÓN
Torreón, Coahuila.–
El Congreso del Estado aprobó la licencia solicitada por el alcalde Jorge Zermeño Infante para ser candidato a diputado federal por el distrito 05, quedando en su lugar Sergio Lara Galván, quien fungía como secretario del ayuntamiento y será el encargado de concluir la gris administración, por decir lo menos, que encabezó el panista durante los últimos tres años.
El también ex embajador de México en España se niega a dejar de vivir del presupuesto, y ahora aspira a regresar a San Lázaro para seguir disfrutando del erario, aunque a priori se antoja bastante difícil que Zermeño Infante logre conseguir el apoyo popular en las urnas teniendo en cuenta el pésimo desempeño que tuvo durante su última gestión.
Aun así, a sus más de 70 años se apresta a tratar de conseguir lo impensable: refrendar el apoyo popular que consiguió durante su reelección, lo cual se antoja bastante difícil, teniendo en cuenta lo decepcionante y polémica que ha resultado su administración, cuyo mayor logro fue mantener en la nómina a Pedro Luis Bernal, a pesar de todos los escándalos en que se vio involucrado, con el consiguiente costo político para el alcalde, quien se empeñó a defenderlo a diestra y siniestra, y es tiempo de enfrentar las consecuencias en las urnas.
Como se recordará, Jorge Zermeño Infante fue alcalde de Torreón a finales de los años 90s; en el 2000, fue electo senador de la República y en el 2005 fue candidato del PAN a la gubernatura, elección en la que fue derrotado por el tristemente célebre Humberto Moreira. En 2006, ganó la elección y fue electo diputado federal, presidiendo la cámara baja de 2006 a 2007. De hecho, fue el quien le entregó la banda presidencial a Felipe Calderón Hinojosa, luego de la polémica elección en que derrotó a Andrés Manuel López Obrador, actual presidente de México.
En el 2007, amor con amor se paga y el entonces presidente lo nombró embajador de México en España, representación que ostentó hasta diciembre del 2011. Mientras estuvo en el país ibérico, Zermeño Infante se desentendió del panismo coahuilense, aunque se le veía, por su encumbramiento en la política nacional, como el líder natural del partido, por encima de Guillermo Anaya Llamas, pero desde su palacete en Madrid nunca volteó a ver hacia tierras laguneras.
Lejos de afianzar su posición, se dedicó a las frivolidades de la alta sociedad española y apareció en revistas del corazón exhibiendo, junto a su esposa, la lujosa vida que llevaba en la península a costa del erario, una costumbre que tiene bien arraigada hasta el día de hoy. Entonces, le crecieron los enanos, y a su regreso a la vida política local después de darse vida de reyezuelo fue recibido con desprecio y desdén. Pensó el ex alcalde, ilusamente, que su lugar estaba seguro y sería recibido con vítores y alabanzas, pero, el que se va a la villa…
De tal forma, que Zermeño Infante fue la comidilla a su regreso, y batalló lo indecible para que Anaya Llamas y su equipo le permitieran volver a la vida política dentro del PAN. Su designación como candidato a alcalde parecía poco después de jugar en las grandes ligas a nivel nacional. Con el poco prestigio que le quedaba de su primera gestión como alcalde, dos décadas antes, y con la pésima imagen del entonces gobernador Rubén Moreira y el hartazgo de los coahuilenses por 12 años de moreirato, le bastaron para conseguir una sólida victoria y asumir como alcalde.
Aquella sería una mini-administración, pues debido a la reforma electoral su gobierno duraría apenas unos meses, pues ya con la reelección autorizada se separó del cargo para buscar un segundo mandato, cosa que consiguió gracias a que no tuvo tiempo de desgastar su imagen con el ejercicio del poder, de lo contrario, difícilmente hubiera logrado seguir al frente de la administración municipal.
De tal suerte, que Zermeño Infante consiguió lo impensable: resurgir políticamente, ganar elecciones y ponerse de nuevo en la primera línea del ojo público. ¿Y qué hizo? Dilapidar su capital político. Su arrogancia y soberbia lo llevaron a confrontarse con la prensa en sus primeros meses de gestión, pues no es lo mismo posar para las revistas del jet set que responder cuestionamientos de los medios de comunicación, por lo que el alcalde respondía con desdén y molestia cuando era cuestionado sobre su desempeño y sus decisiones.
De obra pública importante no hay nada qué decir, no hay una sola trascendente que sea digna de mencionarse, salvo el intento de remodelación de la Calzada Cristóbal Colón, que quedó en nada más que un enorme fiasco sin pies ni cabeza.
Y finalmente, su decisión más polémica y de mayor costo político: mantener a Pedro Luis Bernal como director de Tránsito, con todo y los escándalos de oficiales de vialidad insultando a ciudadanos y en varios casos liándose a golpes con ellos, hasta que finalmente fue cesado luego de la golpiza que propiciaron a un ciudadano en una revisión del alcoholímetro. La fidelidad de Zermeño con Pedro Luis no era gratis, los agentes del ex director recaudaban, de acuerdo con datos oficiales, entre 170 y 180 mil pesos diarios en multas. Pero el beneficio económico le trajo al alcalde un enorme costo político.
Con todo lo anterior, alguien, puede ser que él mismo, convenció al alcalde de buscar la diputación federal a través de las urnas y no de la representación proporcional. Quién sabe qué realidad ve Zermeño o su equipo de asesores para tomar tal decisión, pero en cuanto salga a la calle a hacer campaña se va a enfrentar a la cruda realidad, pues no es lo mismo hacer eventos con acarreados y gente afín llevada expresamente aplaudir en la puesta en escena, que salir a la realidad de miles de ciudadanos que se sienten decepcionados por su trabajo en la alcaldía, y se lo recordarán en las urnas. Al tiempo.