POR: SAMUEL CEPEDA TOVAR
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Los video escándalos de los sobornos del PRI al PAN, en el caso Lozoya, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto han causado indignación; una aversión hacia una clase política rapaz que demostró no velar por los intereses del pueblo, sino de los propios y de grandes inversionistas que se beneficiaron con la reforma energética. Fue un golpe duro a la ahora denominada oposición, un recordatorio de actos ignominiosos de quienes una vez gobernaron. Por ello es que era de esperarse una especie de revancha, un contragolpe de estilo similar, aunque no igual de devastador, sin embargo, poco importaba el calibre de la felonía, sino el hecho consumado que pudiera golpear la imagen presidencial. La reacción con los videos del hermano del presidente, Pío López Obrador, intentaron golpear la figura presidencial en lo que ha sido la principal bandera de batalla de AMLO: el combate a la corrupción. Es cierto, son dos videos en donde una persona entrega recursos al hermano del presidente en el contexto de una contienda electoral en 2015 en el Estado de Chiapas y nada más, y no es que se minimice el suceso, pero ciertamente en nada se compara con los sobornos PRI-PAN. Que el dinero eran donaciones de ciudadanos para las campañas de morena en donde no ganaron más que un distrito no lo podemos saber, pero no es una situación que le competa al presidente, porque surgieron voces totalmente fuera de lugar que exigían que el presidente encarcelara a su hermano, cuando se trata de atribuciones que en primer lugar le corresponden exclusivamente al INE en cuanto a la investigación y posible sanción al tratarse de financiamiento privado que pudo no haber sido reportado al instituto y violentado el tope de financiamiento permitido a los partidos en cada elección. Sin embargo, imaginemos por un momento que Pío es culpable de hacer uso de recursos ilícitos, es más, supongamos que es dinero proveniente de la delincuencia organizada y que está manchado de sangre, es más, supongamos que ese dinero nunca llegó a la campaña, sino a la cuenta personal del Pío. Nada, absolutamente nada de lo que haga Pío hace responsable al presidente ni mucho menos cómplice; ni siquiera significa que por este suceso AMLO deba tirar su bandera de la lucha contra la corrupción. En lo personal, dirijo una escuela que resulta ser la más transparente de toda la UAdeC; pero esto no significa que yo sepa lo que en este momento están haciendo mis hermanas en su libertad de conciencia y actos y por lo tanto no soy responsable de sus decisiones, sean buenas o malas, y si son negativas, ello no pone en tela de juicio mi compromiso con la transparencia en la institución en la que laboro. De la misma manera, AMLO no puede ser fichado por lo que haga su hermano. Que se realicen las investigaciones y si se detecta obstrucción de la justicia por parte del presidente por tratarse de su hermano, entonces sí, linchémoslo todos por traidor a la patria y a sus principios, pero mientras nada lo involucre directamente a él, pude seguir caminando en comparsa con la frase que ha utilizado: “Hay aves que cruzan el pantano y no se manchan, mi plumaje es de esos.” Porque nadie tiene poder sobre la conducta de otros, porque hay instancias que se deben encargar de casos determinados de corrupción, no la presidencia de la república; porque para golpear al presidente con un caso de corrupción se necesita hechos más contundentes. No me atrevo a afirmar que AMLO es un cisne que siempre estará sin mancha, solo digo que hay que contextualizar la situación de su hermano Pío y usar argumentos más inteligentes si se piensa golpear la figura presidencial.