POR: PEDRO BELMARES O.
Mientras viajo en la camioneta a cierta parte de la ciudad, me gusta ir pensando en todo aquello que jamás tendré en mi vida, como una compañera de vida, pero eso no me quita mi sonrisa en mis labios y nunca me ha quitado el sueño esa idea de no tener a nadie a quien amar.
Pienso que el amor no está hecho para mí, me tranquiliza el tener a mi familia y que ellos deben ser mi única felicidad, si veo a una pareja de enamorados en la calles pero no me da coraje.
Dios eligió cual iba ser mi camino: tener los mejores padres del mundo, y conmigo estarán mis hermanas en cada momento de mi vida, es por eso que ya no me quejo de lo que me tocó vivir, y si le pediría a Dios tener la misma familia aunque tuviera la misma discapacidad le diría que sí, aunque la vivía diferente.
El amor de una mujer ha sido un espejismo en mi vida, nunca lo tuve y jamás lo tendré, si he llegado amar a muchas mujeres en mi vida pero, de qué me sirvió, de nada, me di cuenta que mi realidad siempre iba a superar a la ilusión, y hoy sigo pensando lo mismo pero siempre con los pies en la tierra.
El amor que tenía para dárselo alguien se transformó, porque ese amor pertenece a mi familia y a nadie más.
Quise escribir esto no para que yo lo entendiera o me adaptara, si no para que ustedes sepan que hay personas diferentes como yo, y que así soy feliz, no le pido o exijo nada a la vida.
Solo gracias…
