POR: ABEL ALCALÁ H.
Llevamos más de cien años luchando en México por disminuir los niveles de pobreza y miseria en que malviven millones de compatriotas y hasta el día de hoy los resultados, la realidad, nos indican que las acciones están fracasando.
No es el propósito de este artículo analizar las acciones que han emprendido los diferentes gobiernos de la república ni valuar los aciertos y desaciertos de los creadores de fuentes de empleo.
El propósito del presente escrito es dejar fundado que sólo el trabajo es capaz de eliminar la pobreza y la miseria en los hombres.
Es evidente que el hombre, cualquier hombre, mejora trabajando, porque el trabajo es acción humana a través de la cual el hombre mismo se perfecciona y a igual tiempo perfecciona la realidad física que lo rodea.
Sépase que ningún animal sea buey, mula, caballo, perro por realzar movimientos que les asigna el hombre mejoran su especie, es más, ni siquiera son mejores que otros animales que no las realizan.
Una primera conclusión es que el trabajo le ayuda al hombre a mejorar y perfeccionar su humanidad, es decir, su naturaleza humana y además perfecciona lo que el mundo le ofrece dando sobreabundancia, pues el hombre da mucho más de lo que recibe.
El hombre, todo hombre, cuando nace, viene en estado de precariedad, es decir, nace pobre, porque es incapaz de valerse por sí mismo y sostenerse la vida y al mismo tiempo trae en su propia naturaleza las potencia espirituales y corporales para alcanzar no solo a su autosuficiencia, sino para crear sobreabundancia de bienes para sí y para los demás.
Queda de manifiesto que el hombre por naturaleza es donante, oferente, es solidario con sus semejantes, es decir, está dispuesto a ayudar a otros que por causas diversas no hayan logrado desarrollar todas sus potencias, para evitarles que caigan en la miseria, pues se sabe que no es dueño de los bienes sino administrador, descubre su naturaleza social.
Mediante el trabajo el hombre es consciente que perfecciona su esencia humana por dentro y dispone a su naturaleza humana a producir hacia fuera, por lo tanto en la medida que él mejora, el mundo que lo rodea también mejora.
El trabajo además de perfeccionar las potencias espirituales del hombre; entendimiento y voluntad, perfecciona las facultades corporales, que le ayudarán a realizar su vocación.
El hombre no está hecho para cualquiera trabajo, porque toda su esencia y naturaleza están supeditadas a su vocación y si el hombre trabaja en el campo de su vocación se garantiza a sí mismo una vida lograda y se convierte en el mayor bienhechor de sus semejantes y de la humanidad.
El hombre que ejerce su vocación considera el trabajo como un don, como una ofrenda para los demás.
Ahí está la importancia de allanar el camino a las nuevas generaciones de mexicanos para que con el trabajo educativo desarrollen sus hábitos intelectuales y sus virtudes en la voluntad y se dispongan a realizar su vocación.
Lo anterior nos evidencia que hay en el hombre su dimensión de productor (faber), que es su acción laboral y sabe que coexiste con el mundo y con demás personas humanas lo que le muestra su naturaleza social que lo inclina a subordinarse al Bien Común. .
Ahora sabemos que el problema de la pobreza y miseria de México es un problema de hombres subdesarrollados, cuyo origen está en el círculo vicioso: mediocre educación, hombres mediocres, trabajos mediocres. Gobiernos mediocres, empresas mediocres. Pues no trabajar es tan malo como trabajar mal.
La solución está en que el hombre se eduque para trabajar en el terreno que lo llame su vocación y en favor del Bien Común. Usted lector dice la última palabra.