POR: GUILLERMO OROZCO R.
* Es ejemplo a seguir, sí se puede ser austero y vivir en la justa medianía
* Fue creador de instituciones en el México del caos
* Hizo que se respetaran las leyes predicando con el ejemplo
Casi todos los mexicanos lo saben, nació el 21 de marzo de 1806 en el paraje de San Pablo Guelatao, comunidad zapoteca de apenas 20 familias, a 65 kilómetros de la Ciudad de Oaxaca.
Pastor de ovejas sin lugar a dudas, sin que se aclare si eran de su tío o de personas de la comunidad. A los 12 años emigra a la Ciudad de Oaxaca donde encuentra a su hermana María Josefa en la casa de Don Antonio Maza donde se desempeña como cocinera.
Lo encomiendan con Antonio Salanueva quien lo recibe y le promete enviarlo a la escuela para que aprenda a leer y escribir, algo difícil para quien apenas tiene unos calzones de manta, un cotón, unos guaraches y medio habla el castellano. El ramo de la instrucción primaria consistía en aprenderse de memoria el Catecismo del padre Ripalda, algo con lo que no comulgaba, por eso durante las separaciones forzosas con su familia, le recomienda a su yerno Pedro Santacilia respecto a la educación de sus hijos y nietos: “suplico a Usted que no los ponga bajo la dirección de ningún jesuita o sectario de alguna religión, mejor que aprendan a filosofar o a investigar el porqué de la razón de las cosas”.
Tuvo relaciones sin casarse con una mujer llamada Juana Rosa Chagoya, con quien procreó sus primeros dos hijos, Tereso y Susana de quienes se hizo cargo Margarita Maza al convertirse en su esposa el 31 de julio de 1843, Susana moriría prematuramente y Tereso, quien nació aproximadamente en 1838 se afirma que era acompañante del benemérito en su peregrinar republicano por el norte de México, además de haber sido soldado durante la guerra de Reforma.
Al ser nombrado gobernador interino de Oaxaca del 29 de noviembre de 1847 al 12 de agosto de 1848, deja una frase memorable en su discurso de toma de posesión: “Libre, y para mí muy sagrado el derecho de pensar”. Tuvo la fortuna de ser reelecto para un segundo periodo constitucional que terminó en agosto de 1852. Una prueba más lo que representaba para Juárez la obediencia de la ley se describe en el siguiente apunte: “En el año de 1850 y dentro del mi periodo como gobernador del Estado murió mi hija Guadalupe a la edad de dos años, y la Ley prohibía el enterramiento de cadáveres en los templos, había excepciones para la familia del gobernador, no quise hacer uso de esta gracia y yo mismo llevé el cadáver de mi hija al cementerio de San Miguel, situado a extramuros de la ciudad, con el fin de dar ejemplo de ser obediente a la ley”.
Al terminar su segundo periodo como mandatario estatal siguió viviendo en Oaxaca hasta la mitad de 1853, actuando como abogado y rector del Instituto de Ciencias y Artes, Guillermo Prieto narra que su placer era servir a los demás, siempre cuidó ser amable hasta con el último de los sirvientes, jamás se le escuchó difamar a nadie y afirma –Prieto- que nunca conoció a nadie que actuara igual que él.
Abundan las anécdotas sobre su estancia en Oaxaca; quizá una de ellas es la que describe Agustín Rivera en sus Anales, quien narra todo lo que observaba de él y le da el nombre de “estilo Juárez”: Un estudiante moreno y desconocido invitó a bailar a una de sus hijas, la chica con la irreflexión propia de sus edad no aceptó pretextando una indisposición. El estudiante se retiró apenado, y don Benito observó la escena. Casi en seguida otro caballero destacado en la alta sociedad de la época invitó a la misma niña, la cual aceptó y apenas se disponía a disfrutar de los placeres del baile cuando don Benito se acercó al joven suplicando que dispensara a su hija el no poder complacerle, ya que no podía bailar por estar indispuesta, el caballero se excusó y se retiró al instante sin comprender la actitud de Juárez. La hija de Juárez le pregunto a su padre la causa de tal conducta, a lo que don Benito contestó: “No bailaste con el estudiante pobre y desconocido porque creíste rebajarte, recuerda que la posición que yo tengo la he conquistado a base de trabajo, menos que ese estudiante fui yo alguna vez, nunca se sabe lo que podrá ser mañana, tu deber es tener amabilidad sin distingo, porque nadie es más que otro”. Es entonces que el gobernador del estado se acercó al joven desairado y con cortesía le dijo: “Amiguito, mi hija no pudo bailar con Usted hace rato porque se sentía mal; ahora ya está repuesta y me encarga que le diga a Usted que haga el favor de acompañarla a bailar”.
Como gobernador del estado jamás asistió al tedeum que se cantaba en la catedral, en un momento en que el “clero hacía una guerra abierta a la autoridad civil, y muy especialmente al señor Juárez, ya que consideraba a los gobernantes como herejes y excomulgados”
Siguiendo con el “estilo Juárez”, se cuenta que abolió la mala costumbre de tener guardias de la fuerza armada a su servicio diario y en su casa, también la de llevar en las funciones públicas sombreros de forma especial. “Siempre usó sombrero y traje sencillo como el que usaban la mayoría de los ciudadanos”, porque la respetabilidad del gobernante se la da su buen actuar, de su recto proceder y el respeto a la ley, no depende de trajes suntuosos ni de aparatos militares, donde parecen reyes o actores de teatro”
Siempre actuó de manera sencilla y austera, jamás pasó por su pensamiento aprovecharse de los cargos para enriquecerse y vivió totalmente en la justa medianía.
La vida de Juárez es un ejemplo de que si se puede tener un desempeño honrado como gobernante y practicar la austeridad republicana
Fuente.- Juárez Benito, Apuntes para mis hijos. Benito Juárez, Benítez Fernando. Patria, Taibo II Paco Ignacio.
Guillermo Orozco Rodríguez.- A 11 de mayo de 2020