POR: FERNANDO RANGEL DE LEÓN
Tanto que batalló la mujer por ser igual al hombre ante la ley, que ahora que lo logró está luchando porque el nombre de hombre, desaparezca de monumentos e instituciones, como la Rotonda de los Hombres Ilustres, a la que se le quitó hombres para ponerle Rotonda de las Personas Ilustres; y el Ombudsman, que se le quitó lo de man (hombre), para ponerle Ombudsperson.
Antes el hombre y la mujer, estaban incluidos en el delito de homicidio, que es la privación de la vida por otro; pero la mujer logró que se creara el delito de feminicidio, que a diferencia del homicidio es cuando la mujer asesinada presenta signos de violencia sexual, afectaciones en zonas genitales, antecedentes de violencia de género en el ámbito familiar, laboral, o escolar, entre la víctima y el victimario; existencia de una relación sentimental, afectiva, o de confianza entre la víctima y el victimario, y que el cuerpo de la víctima se haya expuesto en lugar público en circunstancias degradantes para la mujer.
Uno de los objetivos de los movimientos feministas, cuya violencia a degradado al género femenino, es que a esos mencionados tipos penales se agreguen otras circunstancias para proteger más y más a la mujer; con lo que se llegaría al extremo de que solo porque un hombre mire a una mujer o le guste, y llegara a privarla de la vida, se tipificaría el delito de feminicidio.
El feminicidio no es solo un delito, es un fenómeno psicosocial que nace en la familia, en la que los padres deben de enseñar a las mujeres, desde niñas, principios y valores, amor propio, autoestima; y principalmente enseñarles con el ejemplo un irrestricto respeto a su sexualidad; sigue en la escuela, en la calle; se desarrolla en el medio ambiente y se produce en la vida social.
El reciente feminicidio de Ingrid Escamilla Vargas, de 25 años de edad, a manos de su pareja Erick Francisco “N”, de 46 años; da una idea del riesgo de las mujeres que se meten con hombres que casi los duplican en edad; que la mayoría de ellas andan con ellos por interés; porque como dice el dicho: lo único que un hombre viejo le puede dar a una jovencita son dos cosas: “asco y dinero”; por eso ahora esas muchachitas les llaman a ellos: “Sugar Daddy” (hombre que ofrece apoyo de naturaleza financiera o material, a una jovencita).