POR: REDACCIÓN
Torreón, Coahuila.-
Eran las 8:20 am del viernes 10 de enero, cuando la tragedia se desato en los pasillos del plantel del Colegio Cervantes ubicado frente al Bosque Venustiano Carranza. Esa mañana, un alumno de sexto año, de tan solo 11 años, disparó en contra de su maestra, matándola de dos disparos, e hiriendo a cinco compañeros más, entre ellos dos pequeños de apenas 7 años, y al profesor de educación física. Posteriormente, se quitó la vida disparándose en la cabeza.
La noticia le dio la vuelta a México y el mundo en minutos. Las escenas de padres de familia desesperados buscando a sus hijos en el lugar de la tragedia se repitieron una y otra vez en los noticiarios regionales y nacionales. Unas horas más tarde, se daría a conocer la cronología de los hechos: el autor de los disparos llego a la escuela con dos pistolas en su mochila, una de ellas calibre .25 y otra calibre .40 de uso exclusivo del Ejército Mexicano. Pidió permiso para cambiarse, y al ver que se demoraba la maestra fue a buscarlo, momento en que recibió los dos disparos que le quitaron la vida.
A un metro de distancia, quedó el cuerpo sin vida del menor, ataviado con un pantalón oscuro, una playera blanca con la leyenda Natural Selection, y unos tirantes, emulando a Eric Harris, uno de los autores de la masacre en la secundaria de Columbine, Colorado, en abril de 1999, hechos en los que murieron 12 estudiantes y un profesor, y 24 mas resultaron heridas. Posteriormente, Harris se suicidó junto a su compañero.
Durante la conferencia de prensa que sobre los hechos ofrecieron las autoridades estatales ese mismo día, encabezadas por el gobernador Miguel Ángel Riquelme, se hablaba de la influencia de un violento videojuego al que el menor era aficionado, lo que lo habría llevado a perpetuar el atentado cuyas consecuencias ya todos conocemos y lamentamos.
Sin embargo, con el avance de las investigaciones se fue conociendo el ambiente de violencia y soledad en el que vivía el menor. Su abuela materna, fue violentamente asesinada varios años antes de la tragedia, su madre murió durante una intervención quirúrgica, mientras que su padre, José Ángel “N”, estuvo preso en Estados Unidos durante tres años por tráfico de metanfetaminas, por tanto, mantenía una relación fría y distante con el menor, quien ante las circunstancias, terminó viviendo en la casa de sus abuelos paternos.
Fue precisamente en la casa de sus familiares donde tuvo acceso a las dos armas con que perpetuó el ataque en contra de sus maestros y compañeros la mañana del fatídico 10 de enero. Ambas armas, calibres .25 y .40, fueron adquiridas de manera irregular, de acuerdo con información proporcionada por Gerardo Márquez Guevara, pues no contaban con los permisos correspondiente, incluso, como ya se mencionó, una de ellas es de uso exclusivo del ejército.
Finalmente, las autoridades establecieron que las armas eran propiedad del abuelo paterno del menor, también de nombre José Ángel “N”, al igual que su padre, hechos por los cuales fue detenido y remitido al Centro de Readaptación Social de esta ciudad, como presunto responsable del delito de homicidio por omisión, al ser negligente en el uso de las armas con que se perpetró el ataque en el Colegio Cervantes.
Asimismo, horas más tarde se dio a conocer que la Unidad de Inteligencia Financiera del gobierno federal habría ordenado congelar las cuentas del detenido, de 58 años, al encontrar flujos irregulares de recursos por hasta cien millones de pesos, con los que habría comprado seis vehículos de lujo en los últimos dos años. Nada más por el delito de homicidio por omisión, podría alcanzar una pena de 18 a 35 años de prisión.
Y mientras las investigaciones se realizaban, dos familias de luto lloraban su tragedia, por un lado, la maestra María, de 50 años, era despedida por familiares, amigos, hijos y nietos, quienes la describieron como una heroína que llevó la pasión por su profesión hasta el sacrificio. En contraparte, el pequeño de 11 años era velado casi en soledad, con apenas algunos familiares y amigos cercanos de la familia, y nada más. Era un chico inteligente, con un buen comportamiento, dicen sus compañeros que antes de la tragedia les dijo: hoy es el día, y disparó, pero la tragedia se fraguó muchos años antes, en la soledad de su vida, en la tragedia de sus padres, en la ausencia de una sociedad que no lo vio y no lo escuchó a tiempo. Descansen en paz.