POR: SAMUEL CEPEDA TOVAR
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La secuela más grande después de un ataque del crimen organizado es la especulación. No solo distorsiona la realidad, sino que es el semillero de decenas de teorías sin un solo sustento y que solo sirven para construir escenarios que terminan por dañar a terceros en imagen, reputación y culminan siendo apologías al crimen organizado. Lo sucedido en Villa Unión, el fin de semana pasado, nada tuvo que ver con un ajuste cuentas, o con una llamada de atención; pues las endebles autoridades de aquel municipio a duras penas pueden controlar faltas administrativas tan simples como los son la circulación a exceso de velocidad, como para que representaran en sí mismas algún obstáculo o nicho de resistencia a bandas criminales. El pecado de Villa Unión es ser paso obligado para los grupos criminales rumbo a su objetivo principal: Piedras Negras. El crimen organizado, porque ya no puede llamarse narcotráfico, es un flagelo que tiende a expandirse como todo negocio exitoso; la diversificación que han tenido los grupos criminales en sus actividades; más la agresiva competencia de los rivales los obliga a buscar rutas de acceso a nuevos mercados o resquicios por los cuales filtrarse y pelear plazas con grupos contrarios. Lo sucedido en Villa Unión fue solo eso, una avanzada que se abrió camino con la finalidad de encontrar rutas de ingreso a un Estado que aún lucha por arrancarse el estigma de narco estado en los tiempos de los Moreira. El Cártel del Noreste, libra actualmente una guerra en Nuevo Laredo contra el Cártel de Jalisco Nueva Generación, pues este último se ha consolidado como la organización criminal más poderosa de México y desde luego se expande inexorablemente por todo el país para controlar rutas de tráfico de drogas hacia los Estados Unidos; por su parte, el Cártel de Noreste es una ramificación de los antiguos zetas e intentan defender una plaza que ha sido suya desde 1997, año en que los GAFES, el grupo original de los zetas, fueron desplegados en Tamaulipas para enfrentar al Cártel de Golfo; es decir, se trata de un grupo que deriva de un linaje organizacional bastante inveterado y que, desde luego, intentan recuperar la plaza de Piedras Negras que anteriormente era suya cuando reinaban los zetas en el noreste de México al dejar de ser el brazo armado del Cártel del Golfo. Intentar incendiar la presidencia municipal, balear hogares y negocios no significa que haya un ajuste de cuentas, se trata de sembrar el terror mediante actos terroristas que distan muchos de aquél narcotráfico que respetaba en cierto modo a la sociedad civil, que solo se dedicaba al negocio de las drogas; pero los tiempos cambian y las organizaciones criminales evolucionaron y encontraron nuevos nichos económicos como la trata de blancas, tráfico de personas, ordeña de gasoductos, blanqueo de dinero, piratería, inclusive negocios con fachadas legales como casinos, hoteles, etc. Y ante la dura competencias y los altos réditos, los actos de terrorismo son efectivos cuando se trata de enviar mensajes a grupos antagonistas, al gobierno y a la misma sociedad civil. Se trata, entonces, de acciones de expansionismo puro que definitivamente no serán los últimos; habrá más intentos, otros atentados contra las autoridades y contra la sociedad civil, y ello no significa que se trate de ajuste de cuentas contra particulares, sino de mensajes de terror que son efectivos y que, lamentablemente, son potenciados por la desinformación y el desconocimientos de la mayoría de las personas que solo alimentan a este fenómenos con perniciosas especulaciones.