POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
“Querían tierra, échenles hasta que se harten”.
General Práxedes Giner Durán, gobernador de Chihuahua 1962-1968.
Hace ya 54 años un grupo de jóvenes habitantes del pueblo Madera, en Chihuahua, intentó el asalto al cuartel militar del mismo poblado. Un puñado de campesinos, estudiantes y profesores mal armados, peor organizados y sin preparación militar atacaron a los soldados acampados en un cuartel rústico, en el poblado maderero ubicado en la sierra tarahumara. La madrugada del 23 de septiembre de 1965, apenas una docena de habitantes del poblado, hartos de los atropellos de los caciques locales llevaron a cabo la acción armada que, para muchos, marca el inicio de la acción guerrillera en nuestro país. El resultado fue de 6 militares y ocho insurrectos muertos. La insurrección fue aplastada a sangre y fuego, pero la lucha simbólica siguió después del último disparo.
Los cadáveres de los guerrilleros son expuestos en la plaza principal para atemorizar a quien quisiera seguir su ejemplo. Cuando sus familiares pretendieron darles sepultura cristiana el párroco Roberto Rodríguez les negó la bendición porque “eran comunistas”. Además, el gobernador Praxedes Giner dio instrucciones de que se les sepultara sin ataúd, en una sola fosa común después de ser paseados en un camión para que sirviera de escarmiento a los demás pobladores. Por el contrario, los cuerpos de los soldados caídos tienen un funeral con honores militares.
El ataque al cuartel militar en Madera muestra, entre otras cosas, el agotamiento de la institucionalidad construida después de la Revolución mexicana, una institucionalidad de la que se apoderaron los nuevos caciques que sustituyeron a aquellos que fueron barridos por el movimiento revolucionario. El principal dirigente de los atacantes era Pablo Gómez, médico y profesor normalista, dirigente local del Partido Popular Socialista y de la Unión General de Obreros y Campesinos de México, instancias de representación que mostraron sus estrechos límites para encauzar las luchas de quienes eran despojados de sus tierras e, incluso, lastimados en su integridad física.
Pocos años después, en 1973 se funda la Liga Comunista 23 de Septiembre, básicamente por los mismos motivos, búsqueda de democracia a través de una revolución socialista que terminara con las condiciones de desigualdad que paulatinamente se profundizaban en la sociedad mexicana. Este grupo guerrillero estaba formado sobre todo por estudiantes qué, habiendo participado en las movilizaciones estudiantiles de 1968, estaban frustrados y convencidos de que la lucha armada era la única salida al régimen autoritario y antidemocrático, que a sangre y fuego aplastaba cualquier expresión de disidencia.
Al igual que el grupo de Pablo Gómez, los integrantes de la Liga Comunista habían intentado la defensa de sus derechos a través de la participación cívica. Mediante movilizaciones pacíficas intentaron hacer valer los derechos que la Constitución otorgaba y, una y otra vez, la respuesta fue la represión. La guerrilla rural, la comandada por Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en Guerrero, había tenido antecedentes similares. Primero la lucha por los cauces institucionales, ejerciendo el derecho de petición y el de libertad de expresión, y el resultado siempre fue la violenta reacción del Estado. Genaro y Lucio, profesores normalistas, fundaron diversas organizaciones ciudadanas como el Comité Cívico Guerrerense para encauzar, por la vía legal y pacífica, las demandas de justicia de los guerrerenses. Ambos terminaron perseguidos y no les quedó más remedio que encabezar un movimiento guerrillero qué, como los otros que se mencionan, buscaba transformar profundamente las instituciones que solamente servían para legitimar la opresión que unos cuantos ejercían sobre el grueso de la población. El reto de la 4T es evitar otro sangriento 23 de septiembre.