POR: AGENTE 57
ARRANCAMOS…primera de dos, México nunca ha vivido en paz porque nunca hemos aprendido a respetarnos los unos a los otros, respetar que existen diferentes visiones de lo religioso, lo social, lo económico y lo político. Las diferencias siempre nos han arrojado a los brazos del conflicto y no a los del diálogo, y las hemos solucionado a través de la guerra. Cuando han existido dos visiones distintas de nación o proyectos diferentes de país, cada facción ha asumido que eso sólo puede ser una lucha del bien contra el mal, sin importar qué etiquetas se impongan los unos a los otros para poder odiarse mejor: monárquico y republicano, centralista y federalista, liberal o conservador, rojos y mochos, patriotas y vendepatrias, nacos y pirrurris, chairos y derechairos. Nuestra identidad ha sido construida con base en el conflicto, por eso México nunca ha vivido en paz. En México la verdad se impone por la fuerza, ha sido así en cada periodo histórico que nos ha ofrecido la posibilidad de transformarnos y superarnos. Toda nuestra mitología nacional es un llamado a la batalla, toda nuestra narrativa histórica tiene que ver con un país polarizado y partido en bandos mutuamente excluyentes. México siempre ha sido intolerante. Este país ha tenido tan sólo dos periodos de orden en dos siglos de historia, y ninguno tuvo nada que ver con la paz sino con la represión. Uno fue el Porfiriato (1876-1910), que dio orden y progreso pero nunca paz. Eso fue así porque el progreso lo disfrutaban unos y el precio lo pagaban otros, justo como fue el esquema decimonónico de la Revolución industrial en todo el mundo. Fue un periodo de esplendor, pero para muy pocos, pues nunca en el siglo XIX cambió la estructura fundamental de injusticia y desigualdad sobre la que descansa México. El otro periodo fue la “buena etapa” del Partido de la Revolución (1934-1970), que generó instituciones y desarrollo, pero nunca paz, pues una vez más dicho orden estuvo sustentado en la represión. El orden siempre se ha logrado en México porque un poder más fuerte está listo para aplastarnos, no porque cada uno de nosotros haya aprendido una vía pacífica para la resolución de los conflictos. El orden es mejor que el caos, pero orden no es sinónimo de paz. Que los únicos lapsos sin guerra interna estén relacionados con la represión política, habla de nuestra violencia intrínseca. El orden a costa de la represión deja que el odio siga germinando. La verdadera paz es cuando la represión es innecesaria. México siempre ha necesitado la represión porque siempre ha sido campo fértil para el abuso y la injusticia, la explotación y la tiranía. En 1810 comenzó el proceso que desembocó, sin mucho plan ni proyecto previo, en la independencia. No fue la guerra entre un ejército mexicano y uno español; fue el ejército insurgente, formado por criollos, mestizos e indios. Ningún bando tenía claro por qué causa peleaba, pero no dejó de ser el pueblo contra el pueblo para definir si se aceptaba o no el control por parte de la corona española. Muy pocos países, hay que decirlo, han obetenido su independencia sin violencia. México nació como imperio de la mano de Agustín de Iturbide en 1821. Hubo entonces monárquicos y republicanos, posturas contrarias, jamás se buscó recurrir al diálogo, y en medio de una serie de guerras y mutuas traiciones, triunfó el bando de la república. Mexicanos tuvieron que matarse contra mexicanos por establecer un régimen que nada cambió para la población en general, que no veía que un rey o un presidente cambiaran su situación precaria de vida. Que el explotador resida en Madrid o en la Ciudad de México poco cambia la vida del explotado. Los republicanos impusieron su razón sobre los monárquicos. México nació como república, pero un nuevo conflicto nació con ello: centralismo o federalismo. Incapaces de dialogar, nos lanzamos a las armas hasta que la violencia dio la razón a los federalistas, aunque desde entonces hasta hoy nuestra federación siempre ha sido muy centralizada. Una república federal había nacido, pero las ideologías seguían dividiendo a México: liberales o conservadores impusieron su razón a la fuerza, hasta que la guerra dio la razón a los liberales. Los mexicanos siguieron al grito de guerra entre ellos.
MI VERDAD.- El conflicto es la base de nuestra identidad. NLDM