POR: JESÚS M. MORENO MEJÍA
“La virtud ha muerto
o está agonizando”.
Paul Valéry
Todo parece indicar que los avances científicos y tecnológicos de los que hoy disfrutamos, han traído aparejado la devaluación de principios y valores universales, motivo por el cual urge un retorno a las virtudes, señala Víctor Pérez Valera, profesor emérito de la Universidad Iberoamericana.
Y es que no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero, vemos y sentimos que solamente cuentan los satisfactores materiales, y para lograrlos recomiendan no detenernos ante nada e incluso pasar por encima de los demás, o dicho de otra manera, no tomar en cuenta los principios que deberían regir en nuestra sociedad.
Y es que la palabra virtud se ha desgastado, al grado de considerar que es un término detestable, que hace sonreír en tono burlón a quienes están dispuestos a lograr sus propósitos, sin importarles el perjuicio de los demás.
Lo anterior lo vemos por todas partes, pero particularmente en los políticos (nacionales y extranjeros), cuyos nombres todo mundo los conoce desde hace no pocas décadas, tanto de un partido como de otro, pues parecieran estar cortados todos con la misma tijera.
Pero no sólo son ellos, los que están en el poder, pues el mal ha permeado a casi toda la sociedad, quedando ya pocas personas que todavía cultivan la virtud, que es el eje de la vida ética, la fuerza constructiva del trabajo y la personalidad, así como la base de la convivencia social.
Solamente escuchamos hablar de los principios y valores en cursos de alta escuela de superación personal, clases de filosofía y de religión, principalmente, pero todo cambia cuando intentamos establecer “principios” de comercio y todo lo que signifique acumulación de dinero o bienes materiales, que es lo único a lo que se le considera valor en la vida actual.
Desde luego que no se trata de un problema nuevo, pues la historia nos da cuenta de que siempre ha existido la lucha por el poder, pero hoy ese problema se ha exacerbado.
TRABAJO Y EXPLOTACIÓN
El trabajo siempre ha sido fuente de bienestar desde siempre, así veamos en la historia de la civilización que primero el hombre buscaría el sustento con la caza y la recolección de vegetales, para luego recurrir al cultivo de plantas, así como la fabricación de instrumentos de labranza y otros bienes materiales.
Salvo algunas manifestaciones de egoísmo, propio de la naturaleza del ser humano, todo iba bien en esas épocas de la historia y la pre-historia, pero luego surgió la idea del poder, de la supremacía, basada en la fuerza y la violencia, así como la conquista de otras tierras y otros grupos o culturas, formándose naciones e imperios.
En medio de las castas dominantes, surgieron los hombres que manejaron las ideas y el pensamiento de lo positivo y la paz de los pueblos, proponiendo la instauración de la democracia; la lucha por ser mejores y superar la mediocridad, o sea la obtención de la grandeza de ánimo, la fortaleza y valor ante la adversidad, la prudencia y moderación ante decisiones difíciles.
Como es lógico, los mayores enemigos de los filósofos, o sea del hombre que piensa y da a conocer sus ideas, fueron los poderosos de las diferentes etapas de la civilización, quienes veían en ellos el peligro de que la gente se levantara en contra de quienes los dominaban, por lo que preferían dejarlos en la ignorancia y con ello el manejo de su mente al antojo del que podía controlarlos.
En lo relativo a derechos laborales en México, la historia nos enseña que tras del choque de machetes y bayonetas porfiristas, y una vez lograda la primera Declaración de Derechos Sociales, se logró plasmar en los artículos 27 y 123 de la Constitución Política lo que se consideró la ley integral del trabajo, que luego se convertiría en la Ley Federal del Trabajo en 1931, una de las más completas a nivel mundial en ese entonces y que falsamente se consideró de corte socialista.
Sin embargo, lo que pudiera haber sido un logro político-social a favor de la clase trabajadora, y aparentemente derrotando la explotación laboral, se abrió una nueva etapa de dominación a través de los líderes sindicalistas, al ejercer estos una serie de acciones que en poco o nada favorecieran a sus agremiados, y en lugar de ello lo hicieron para los patrones y el gobierno.
Hoy en día la Ley Federal del Trabajo ha dejado de ser un instrumento de justicia social, mediante reformas que dan protección a la clase dominante y no a los asalariados, y para ello nos remitimos a las reformas en la materia.
Todo lo anterior a causa de una ausencia de valores y principios, que urge retomar desde la trinchera de cada quien en nuestra patria. ¿O usted, amable lector, qué piensa?
¡Hasta la próxima!