POR: AGENTE 57
ARRANCAMOS… La paramilitarización criminal en una <<nueva>> era democrática. La creación de los Zetas y el surgimiento de un nuevo modelo criminal corporativo-militar coincidieron con un periodo de reformas económicas y liberalización política a principios del siglo XXI. En ese momento, la coherencia del antiguo régimen político mexicano se perdió. El profesor Fernando Escalante (2009) explica cómo el poder ejecutivo se volvió más débil, así como más vigilado y rígido durante este periodo; al mismo tiempo, comenzó a perder la capacidad para controlar las redes de clientelismo y manipular al sector informal de manera interesada. Los recursos presupuestarios limitados restringieron todavía más la capacidad del gobierno federal para actuar. Según la perspectiva de Escalante (2009,95-96), este proceso ocurrió en paralelo con el debilitamiento del régimen revolucionario y a la adopción de políticas económicas neoliberales, lo cual, en conjunto, contribuyó a limitar la cohesión del sistema político del país. Una importante transformación política en México culminó con la victoria del Partido Acción Nacional (PAN) en la elección presidencial del año 2000, la cual terminó con más de 70 años de poder hegemónico por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Este cambio no sólo trajo la esperanza de una verdadera transición democrática en el panorama político mexicano, sino que también acabó con estructuras de poder previas que daban al Estado intentó una descentralización durante la etapa de la transición democrática. Este proceso desafió la dinámica de poder que había existido hasta entonces y trajo nuevas oportunidades para el crimen organizado en México. La elección presidencial del año 2000 anunció una era en la cual el Estado cada vez se volvió menos capaz de controlar a los actores y grupos ilegales no gubernamentales que anteriormente había manejado. Bajo un nuevo contexto político, el escenario criminal experimento una importante transformación que creó un choque de estructuras previas. El sistema que durante décadas había crecido de la mano del Estado estaba siendo ahora desafiado por nuevos actores que eran extremadamente violentos y estaban más comp´rometidos con la extorsión y el secuestro que con el tráfico de narcóticos. En este nuevo contexto, la antigua jerarquía institucional se vino abajo. Las agencias de seguridad pública a nivel local, estatal y federal (incluyendo las Fuerzas Armadas) perdieron la coordinación y comenzarón a pelear entre sí. Este proceso parece haber contribuido a un aumento visible en el nivel de violencia en algunas partes del páis, a la pérdida de control del crimen organizado por parte del Estado mexicano y al fortalecimiento de las OCT. Algunos analistas han atribuido el creciente poder de las agrupaciones criminales mexicanas al <<desmoronamiento de las reglas que alguna vez gobernaron la industria de los narcóticos>>. El profesor Hal Brands explica: Durante gran parte del siglo XX, el partido gobernante de México […], el PRI, vigiló un sistema de <<narcocorrupción>> que trajo cierto grado de estabilidad al comercio de las drogas. Los cárteles daban sobornos y mantenían la violencia en un nivel mínimo. A cambio, el PRI protegía a los capos y resolvía los conflictos entre ellos, principalmente asignándoles el acceso a las plazas, o a los corredores de drogas hacia Estados Unidos. El Estado mexicano […] servía como un <<árbrito de las disputas y como un aparato que tenía la capacidad de controlar, contener y, simultáneamente, proteger a estos grupos>>. A medida que el PRI gradualmente perdió el poder durante las décadas de 1980 y 1990, este sistema colapsó. El debilitamiento de un gobierno de un solo partido dejó el comercio de drogas en México sin una autoridad central y gobernante, y la relativa estabilidad pronto dio paso a un conflicto hobbesiano por el control de las plazas. Para los Zetas, el cambio en la estructura del poder político en México produjo una evolución y una expansión en áreas de influencia y una diversificación de las fuentes de ingresos. El resultado fue la transformación en una entidad criminal transnacional impresionante. Aprovechándose de la inexperiencia de los recién electos funcionarios, este grupo criminal modificó sus relaciones con el Estado. En este nuevo contexto político, la militarización del crimen organizado por los Zetas desató una espiral de violencia que sobrepasó la capacidad del gobierno para responder de manera efectiva frente a las agrupaciones criminales, las cuales, al mismo tiempo, corrompieron a las autoridades de seguridad pública tanto estatales como locales y federales. El sectarismo resultante y la concepción patrimonial del poder político que seguía prevaleciendo crearon una paralización política que obstaculizó una mayor profesionalización de las instituciones de seguridad pública mexicanas. Esto se volvió un problema cada vez más grave, dado el creciente poder militar del crimen organizado. Durante este cruzial periodo de transición democrática, el crimen organizado en México comenzó a aumentar radicalmente su capacidad de combate, asestando un duro golpe a cualquier idea de que el Estado mexicano tenía una ventaja comparativa en el uso de la fuerza. Los pioneros de este nuevo modelo criminal fueron los Zetas.
MI VERDAD.- La paramilitarización criminal de los Zetas: un nuevo modelo criminal corporativo-militar. NLDM