POR: AGENTE 57
ARRANCAMOS… LA PALABRA POPULISMO el populismo es un término resbaloso. No obstante, la palabra ha terminado por encontrar (en la realidad, no en los diccionarios) su significación definitiva. Es una forma de poder, no una ideología. Más precisamente, el populismo es el uso demagógico que un líder carismático hace de la legitimidad democrática para prometer la vuelta de un orden tradicional o el acceso a una utopía posible y, logrado el triunfo, consolidar un poder personal al margen de las leyes, las instituciones y las libertades. En junio de 2016 Barack Obama se asumió como populista en la tradicional definición anglosajona del término, la referida a “aquellas políticas que buscan apoyar al pueblo, y en particular a las personas de clase trabajadora”. En ese momento aún se veía remoto, por no decir imposible, el arribo de Trump al poder. Tras el triunfo del Brexit y del fascista que habita (a veces) la Casa Blanca, y ante el ascenso mundial de los líderes que desde la izquierda o la derecha representan y defienden feroces políticas antiliberales, significativamente, Obama dejó de usar el término. Los “populistas” estadounidenses eran campesinos que se organizaron local o regionalmente. El presidente Andrew Jackson fue “populista” porque abrió una era de intensa participación popular en la democracia estadounidense. Todo populismo - en su sentido actual- postula una división entre “los buenos” y “los malos”, que históricamente es el de viejo cuño: los jacobinos –precursores remotos- emprendieron la lucha contra los aristocrátas y “émigrés”; los comunistas y fascistas contra la burguesía; los nazis contra los judíos y los bolcheviques. No es casual que para John McCormick, especialista en el tema, los mayores “populistas” hayan sido los grandes teóricos del nazismo y el bolchevismo, Carl Schmitt y Lenin. La sugerencia es excesiva, pero a todos los vincula un aire de familia: la visión dicotómica de la sociedad y la política. Esa visión es una constante. En la Europa actual, el populismo tiene, ante todo, un sentido racista: atiza las pasiones populares contra los irreconciliables y ominosos “otros”, que por siglos fueron (y siguen siendo) los judíos y ahora son, mayoritariamente, los musulmanes. La xenofobia es una nota constante: el populismo ha proliferado debido a la migración masiva. Sus seguidores son mayoritariamente varones inseguros por las amenazas de la globalización cultural (inmigración), económica (desempleo) o política (integración). Ejemplos de partidos populistas de derecha radical: el Frente Nacional fránces (FN) de Jean-Marie Le Pen, el Partido de la Libertad en Austria (FPÖ) del pronazi Jörg Haider, y el Block flamenco en Bélgica (VB). Pero la ideología no parece un fundamento claro para definir al populismo europeo porque existen populismos de corte neoliberal (como el que representaba el desaparecido List Pim Fortuyn en Holanda, y Forza Italia, de Berlusconi), y aun populismos de izquierda, cuyo mensaje democrático-socialista no se presenta ya como la bandera del proletariado sino como “la voz del pueblo” (elPartido Alemán de Democracia Socialista, el Partido Socialista Escocés o el Partido Socialista Holandés). Y para pasmo universal Estados Unidos está ahora gobernado por un líder populista absolutamente decidido a fulminar las intituciones de la más antigua y sólida democracia del mundo. Nadie, en Estados Unidos, duda en llamar a Trump Populista. The Economist se ha referido a él cpomo el “Peronista del Potomac”. En América Latina no hemos dudado en llamar populista al populista, con el sentido real del término. Populista fue Eva Perón, que dijo: “yo elegí ser ‘Evita’… para que por mi intermedio el pueblo y sobre todo los trabajadores encontrasen siempre el camino de su líder”. Populista fue Hugo Chavéz, que en infinitas ocasiones alardeó de ser la encarnación del pueblo, carajo”, dijo al final de su vida. Las consecuencias históricas de ambos regímenes están a la vista. Pronto lo podrían estar también en Gran Bretaña y Estados Unidos. En las librerías del mundo occidental proliferan ahora las obras sobre el populismo. Ya no hay equívocos. El populismo es el uso demagógico de la democracia para acabar con ella.
MI VERDAD.- Se hace alusión a López Obrador, yo no lo creo. Al tiempo. NLDM