POR: SAMUEL CEPEDA TOVAR
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Era un día primero de enero del año de 1994, cuando en la escena pública irrumpen unos sujetos encapuchados, armados, declarándole la guerra al gobierno mexicano, se hacían llamar el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Una guerrilla paramilitar, que retaba al gobierno no con el terrorismo con el que se han caracterizado guerrillas a lo ancho del mundo como el Ejército Republicano Irlandés (IRA) que usaba métodos bastante sangrientos para reclamar sus exigencias, o ETA, en España, que también usaba el terror para exigir, o las FARC en Colombia que de pronto dejaron de ser guerrilla para convertirse en mercenarios. El zapatismo vino a sumarse a la lista de los grupos guerrilleros que existen en este país: Ejército Popular Revolucionario (EPR); Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI); Comité Clandestino Revolucionario de los Pobres-Comando Justiciero 28 de Junio (CCRP-CJ28J); Ejército Villista Revolucionario del Pueblo (EVRP); Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP); Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR) siendo de este listado, el EPR el que se ha caracterizado por hacer uso de la violencia al atacar oleoductos en su guerra contra el Estado mexicano. El EZLN aparecía entonces como un grupo SÍ guerrillero, pero que las armas en mano eran más bien para captar completamente la atención del gobierno del presidente Ernesto Zedillo para poder reclamar el cumplimiento de una deuda histórica que los gobiernos posrevolucionarios habían dejado pendiente: reconocer la existencia y los derechos de los pueblos indígenas azotados por la marginación, el racismo, la discriminación y el olvido de las autoridades sobre las precarias condiciones en que vivían estos grupos de indígenas. Muchas personas se mofan de la figura del principal líder del EZLN, el subcomandante Marcos y su ejército en general, otros cuestionan sus exigencias y minimizan su aportación al desarrollo de nuestro país, nada más alejado de la realidad y que solo denota el paupérrimo conocimiento que sobre el tema tienen los principales detractores del movimiento zapatista. Fue precisamente este ejército y su aparición, el que ha logrado avances bastante significativos en el tema indígena al haber logrado reconocimiento legal a las formas propias de gobierno de comunidades indígenas, elemento que es clave para la supervivencia de estos grupos autóctonos que son el origen de nuestro país. La política de integración educativa nacional que tradicionalmente han llevado a cabo los gobiernos mexicanos resultaba lesiva para estos grupos y los hundía más en la desigualdad, pues el español como lengua oficial y los contenidos educativos en ese idioma no permitían la inclusión de los niños indígenas en las oportunidades de desarrollo. Este reconocimiento que ha logrado el EZLN, que ciertamente aún no es suficiente, ha sido clave para aminorar las terribles condiciones que han azotado a estos pueblos desde tiempos decimonónicos. No obstante, cuando algún incrédulo quiera saber cuál ha sido la aportación del EZLN a la vida nacional, basta con el simple hecho de observar un comercial del INE, en el cual aparecen subtítulos en lenguaje náhuatl de Guerrero y Puebla, maya, tzeltal, tzotzil, purépecha, mixteco de Guerrero y Oaxaca, ch’ol, chinanteco y zapoteco de Oaxaca. Este tipo de inclusión ha sido posible no a la existencia de un instituto nacional de lenguas indígenas, sino a la existencia del EZLN y las aportaciones que ha logrado hacer sin usar la violencia como otras guerrillas para el reconocimiento del autogobierno de estos pueblos que permita conservarlos como herencia cultural histórica durante muchos años más. Son 25 años de una lucha con resultados poco conocidos, pero que son esenciales para una minoría que requiere inclusión y de la que casi nadie habla.
