“Valorar a los docentes no es una cuestión de vocación, es una responsabilidad social.”
Hay un dicho muy famoso, que se ha utilizado por décadas: “Hechos, no palabras”. Esto para hacer evidente que no basta sólo con palabras, sino que las acciones son prueba real de las intenciones de una persona.
En la antigua Grecia, existió una princesa troyana, hija de Príamo, rey de Troya. Su nombre era Cassandra. Ella poseía el don de la clarividencia, otorgado por el dios Apolo. Cassandra podía predecir el futuro y advertir a otros sobre los peligros que se avecinaban. A pesar de sus advertencias sobre la caída de Troya y otras grandes calamidades, nadie creyó en ella.
De igual manera pasa con los docentes, quienes, a pesar de expresar sus preocupaciones y necesidades, no son escuchados realmente por quienes están inmersos en la toma de decisiones. Ahora resulta que el maestro es el responsable de salir y buscar a los alumnos que no asisten a clases regularmente, hasta cada uno de sus hogares.
Y yo me pregunto, dado que vivimos momentos muy difíciles y complicados como sociedad, ¿Quién garantizará la seguridad e integridad de las y los docentes?, ¿Será en su horario laboral, o tendrán que hacerlo a contra turno?
Durante mucho tiempo se ha romantizado la figura del docente, exaltando su vocación como si eso justificara absolutamente todo. Pero hoy más que nunca, es necesario aclarar, que este no es un tema de vocación, sino de valorar la labor docente. Es una responsabilidad social.
Y no niego que la vocación es importante, muchos docentes eligen esa profesión porque tienen un deseo enorme de contribuir a la sociedad, formando a otros. Pero ninguna profesión justifica el hecho de que un profesional sea obligado a mantener un sistema educativo con sacrificio personal, como único recurso.
Es momento de dejar atrás esa absurda idea romántica de que el “docente por vocación lo soporta todo” y empezar a hablar en términos de derechos laborales, valoración profesional y responsabilidad del Estado y de la misma sociedad en su conjunto.
No basta con promesas vacías, hay que demostrarlo con hechos. El apoyo simbólico que se muestra en las redes sociales, por medio de una fotografía, o en espacios donde se encuentran las autoridades responsables de garantizar la seguridad de las y los docentes; no demuestra el compromiso real de alguien que en verdad está preocupado, pero, sobre todo, ocupado con el magisterio.
Porque no es cuestión de saber cuánto ama un docente su profesión, sino de cuánto estamos dispuestos a valorar y respaldar, como sociedad; a quienes día con día, tienen la ardua tarea de educar.
Y para qué son las alas, sino más que para volar...