Existen dos hilos en el tiempo que se entrelazan en un tejido incomprensible; se encuentra una paradoja que ha intrigado a la humanidad.
Los grandes pensadores a lo largo de los siglos; el tiempo se convierte en una mosca inquieta que revolotea en torno a la humanidad, mientras que la edad se erige como el implacable pescador de hombres.
La mosca es caprichosa e inestable, no escucha promesas de eternidad y, mientras, ella se burla de nuestras aspiraciones.
En instantes pareciera que el tiempo se detiene, permitiéndonos capturar momentos preciosos que atesoramos.
Pero al siguiente, se escapa de nuestras manos como un fugitivo, dejándonos con la sensación de que nunca fue real lo que vivimos.
Mientras tanto, el pescador, es la edad que acecha en las profundidades de nuestras vidas. Su anzuelo invisible atrapa nuestras esperanzas, sueños y deseos, arrastrándolos hacia las profundidades de la realidad.
A medida que envejecemos, sus redes nos envuelven inexorablemente recordándonos la fugacidad de la juventud y la fragilidad de la existencia humana.