Cuenta la mitología griega, que un día los persas estaban tan convencidos de su éxito militar, que su soberbia les privó de prestar atención a los pequeños detalles. Llevaron una enorme pieza de mármol a Grecia y con ella, pretendían erigir un gran monumento por su victoria. Este acto, ofendió enormemente a la diosa Némesis, que siempre estaba atenta al comportamiento humano, y dispuesta para castigar a quien desembocara en los excesos.
La diosa del equilibrio y la mesura intervino, y logró que los atenienses tuvieran una contundente victoria sobre los persas, en Maratón. En agradecimiento, la pieza que llevaban los persas fue empleada para esculpir una estatua en honor a Némesis. En la actualidad, aún se conserva esa estatua.
Me pregunto... ¿Qué haría Némesis, si pudiera ser testigo del comportamiento humano en nuestros días? Quizás se la pasaría castigando a los hombres a diestra y siniestra, o tal vez hubiera preferido el exilio antes de seguir presenciando lo que el ego provoca en los seres humanos. ¿Se imaginan? Era especialista en castigar a quienes no obedecían las normas y, a quienes las establecían, en especial si era una orden dada por un padre o una madre.
Creo que la palabra clave para resolver esta encrucijada se llama: HUMILDAD. Una rara cualidad, que destaca a los mejores.
El origen de esta palabra está ligado al humus (la capa más fértil de la tierra), asociándola con la fertilidad. Sin embargo, a la par, está relacionada (a partir de un opuesto) con la humillación; es decir, poner al otro por debajo de mí, en un nivel muy inferior, herir al otro en su autoestima o tratando de dañar su dignidad.
Sí, lo sé. Para este momento, ya vino a nuestra mente, una serie de nombres que encajan con uno u otro concepto, pero... vamos a ahondar más en la primera definición. No vaya a ser que nosotros mismos, seamos verdugos de nuestros propios actos.
La humildad y la arrogancia no son propiamente afines una a otra, muy por el contrario, se repelen. Quien es humilde, no puede considerarse superior a nadie. Jamás humillaría. Además de ser muy consciente, de que nadie es dueño de la realidad o la verdad absoluta de las cosas y, que necesitamos enriquecernos con la opinión de los demás.
Bueno, estudios recientes han encontrado que un verdadero líder debe poseer la cualidad de la humildad. Jim Collins, especialista en temas de liderazgo, propuso el concepto “Liderazgo Nivel 5”, que se basa entre otras cosas, en la necesidad de tener una extrema humildad personal, y una intensa voluntad profesional.
Hay dos ejemplos muy palpables, que pueden describir a la perfección el perfil de los líderes que tienen humildad: el éxito y el error. Asumen la responsabilidad por los errores y /o malos resultados, no culpan a los demás. Ni al clima, ni al tráfico, ni al gobierno, ni a la mala suerte. Por el contrario, comparten el crédito cuando se trata de éxito. Son más asiduos para dar, que para recibir.
En definitiva, si todos desde nuestros espacios, adoptáramos una actitud más humilde, nuestra realidad sería otra.
La humildad es una actitud ante la vida sumamente necesaria, y muy poco valorada, o entendida de mala manera como una oportunidad de protagonizar.
Definitivamente Némesis estaría agotada de tanto castigar a la humanidad que se olvidó de la humildad y prefirió el egoísmo, la soberbia y la crueldad.
Por eso nunca está de más, recordar aquel famoso refrán que dice: Siempre mirando al cielo, pero con los pies bien firmes en el suelo.
Ser humildes, es simplemente ser más humanos.
Y para qué son las alas, sino más que para volar...