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Las redes están invadidas en estos momentos por miles de comentarios, gran parte de ellos condicionados por filias y fobias partidistas; pero más allá de comentarios condicionados por el partidismo, se trata de un hecho deleznable y totalmente condenable. La agresión del senador priista Alejandro Moreno contra el presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, fue un acto pusilánime independientemente de las causas que motivaron al priista a perder los estribos delante de un público que evidentemente grabaría el lamentable suceso. Y no solo atacó al presidente del senado, sino que una vez que este último se fue, comenzó a agredir a un reportero que anteriormente había derribado, esto habla de una persona totalmente agresiva que no parece tener conciencia cuando la rabia lo inunda. Ante esta felonía la respuesta debe ser contundente; pues en un recinto democrático como lo es el Senado de la República, el diálogo debe prevalecer perennemente sobre la violencia verbal y sobre todo física; por ello la solicitud de desafuero es correctamente apropiada y necesaria, pues no se trata de un pleito en una escuela entre dos adolescentes, se trata de adultos, representantes de la sociedad en un recinto de gran envergadura y por ello el Senador priísta debe ser desaforado y votado en cuanto a su permanencia como senador de la república, además de responder penalmente por la flagrante agresión física contra un ciudadano en total indefensión. No recuerdo haber visto una agresión física en la historia reciente de México dentro de la cámara alta; si bien las agresiones verbales y empujones son algo común, la agresión del líder nacional del PRI no tiene precedentes y ello desde luego debe agravar la situación que en estos momentos parece ya tener una segunda parte con el pronunciamiento del líder del Senado sobre las denuncias que presentarán él y el camarógrafo agredido. De todo esto la lección para la clase política es el llamado a la mesura, al diálogo, a la conciencia sobre el manejo de la ira y las repercusiones de no saber controlar las emociones, sobre todo en políticos de larga trayectoria que están acostumbrados a presión constante. No había razón alguna para el proceder de Alejandro Moreno, y aunque se sabe de su temperamento, no se esperaba una reacción de este tipo y mucho menos en público. Esperemos a ver las reacciones de sus aliados sobre este suceso, y esperemos sean a la altura de una realidad que necesitamos: acabar con la violencia en todas sus expresiones y el reforzamiento de la tolerancia como virtud axiológica que debe prevalecer en todas las personas, máxime en quienes se dedican a la política, sobre todo en estos tiempos en que cada persona tiene ya en sus manos un dispositivo masivo de exposición pública. Imperdonable la reacción de “Alito”, la sanción deberá ser ejemplar para evitar que vuelva a suceder.