Este 01 de septiembre toman posesión los nuevos integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), electos por voto popular, y con lo que se consuma la revancha del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, quien promovió la reforma constitucional para remover de sus cargos a ministros que fueron en su momento muy incómodos para el régimen morenista.
El máximo tribunal de la república sostuvo su última sesión de pleno el martes 19 de agosto, en la que se trataron varios temas relacionados con las elecciones en las que se les dictó sentencia a varios ministros que decidieron no participar en el proceso, quedando en las boletas solamente los nombres de aquellos aspirantes identificados con la 4T.
Durante su última intervención como presidenta de la SCJN, Norma Piña, quien fuera férrea opositora al gobierno lopezobradorista, afirmó que será “la historia” quien juzgue la legitimidad de su salida anticipada y la llegada de quienes los sucederán en el cargo, principalmente a ella, cuyo lugar será ocupado por Hugo Aguilar, abogado de origen mixteco fuertemente identificado con el gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum Pardo.
Aguilar Ortiz asumirá la presidencia de la suprema corte por haber sido el candidato con mayor número de votos obtenidos en la elección del 1 de junio, por lo que el gobierno morenista pasará de tener una adversaria política para sus intereses en la persona de Norma Piña, a un corte con un presidente identificado plenamente con el gobierno morenista.
Protocolo de la toma de protesta
De acuerdo con la información disponible, ese mismo día se llevarán a cabo tres ceremonias protocolarias, para finalmente, llevar a cabo la entrega simbólica del bastón de mando por parte de representantes de los pueblos indígenas y afromexicanos a próximo presidente de la suprema corte, quien, como ya se dijo, es de origen indígena.
Al respecto de la toma de protesta de los futuros ministros de la corte, la presidenta de la república, Claudia Sheinbaum Pardo, dijo que con la toma de protesta de los integrantes del tribunal supremo electos por voto ciudadano “llega a su fin una era”, y aprovechó para volver a referirse al “nepotismo” que reinaba dentro del poder judicial: “Claro que hay sus excepciones, pero es el fin de una era de un Poder Judicial que servía a unos cuantos y que durante este periodo lo que demostró es que producía a partir de amiguismos y nepotismo, supuestamente a través de una carrera judicial, pero donde más de la mitad eran amigos, hermanos, primos”.
Lo que la mandataria mexicana no mencionó, fue que la SCJN tuvo una larga lista de desencuentros con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en no pocas ocasiones se refirió a sentencias de la corte que le fueron contrarias a su gobierno, por lo que bajo la justificación de la corrupción y el nepotismo, planteó lo que hace tiempo era impensable: una reforma judicial para que la totalidad jueces, magistrados y ministros, fuesen elegidos a través del voto popular, y así, de golpe y porrazo, asegurarse de sacar de la jugada a los ministros incómodos y contrarios a su gobierno, y asegurarse lugares para sus allegados e incondicionales.
Los frutos de la reforma judicial ya no le tocó disfrutarlos como presidente, pero su sucesora, de quien se dice todavía obedece sin chistar las designaciones de AMLO, recibirá como regalo con motivo de su primer informe de gobierno una corte suprema que le hará el camino más fácil en los cinco años de gobierno que aún le restan.
El problema es, que cualquier democracia que se jacte de serlo, debe tener contrapesos que eviten tomar el camino hacia el autoritarismo, que nuestro país ya en algún momento de su historia experimentó, y que ahora pareciera querer regresar, por ello, la imperiosa necesidad de que existan voces divergentes dentro de los tres poderes de la unión, pues el sometimiento de los poderes en detrimento de una presidencia cuasi dictatorial en el pasado nos enseñó dolorosas lecciones que no deberíamos repetir, si es que aprendimos bien la lección.