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No se trata de demeritar a nadie; ni mucho menos hacer mofa de algo tan delicado. La educación superior en México ha entrado en una etapa de extrema laxitud en cuanto a la obtención de grados académicos; y es que actualmente proliferan cientos o miles de programas de estudios profesionales de bajísima calidad, o marca “patito”, que lejos de enriquecer la educación, la aniquilan. Basta con entrar a la web y teclear licenciaturas o posgrados en línea y enseguida aparecen cientos de ofertas que parecen surreales: licenciaturas en dos años y programas de posgrado en año y medio, o dos años, pero sin criterios de calidad que aseguren que se cumplan con la ley en materia de educación superior. Tomemos como referencia la definición normativa del doctorado. Según la Ley General de Educación Superior (2021), los estudios de este nivel “tienen como objetivo proporcionar una formación sólida para desarrollar la actividad profesional de investigación en ciencias, humanidades o artes que produzca nuevo conocimiento científico, tecnológico y humanístico, aplicación innovadora o desarrollo tecnológico original.” Ahora contrastémoslo con la realidad; la mayoría de los doctorados en línea de la web se concluyen con proyectos, y no con tesis, los llamados proyectos de intervención han venido a suplir el carácter riguroso de una investigación; y es que estos proyectos al final son líneas de acción que pueden ser inventadas o son parte del quehacer diario de una institución académica, por ello carecen de relevancia frente a una tesis. Por tanto, sin tesis, no se cumple con la producción de nuevo conocimiento científico, tecnológico o humanístico. Ahora bien, el mal no termina aquí; pues estos posgrados no incentivan ni como sugerencia ni mucho menos como requisito la publicación de artículos por parte de alumnos en revistas de divulgación científica como parte de los hallazgos en proyectos de investigación. Un ejemplo de lo mal que estamos es el doctorado en educación en México, quizás extremo, pero sin duda bastante sugestivo de la condición en que nos encontramos. Según datos para 2021-2022, de un total nacional de 17,910 estudiantes en programas de doctorado en educación, el 87 por ciento (15,575 inscritos) corresponde a Instituciones de Educación Superior privadas. No solo eso, y para terminar de alarmarse: 11,324 personas en programas de doctorado privados que se ofrecen en línea. Doctorados de dudosa calidad y con sesiones también de bajísima calidad impartida por docentes con la misma formación académica. Poco a poco, progresivamente comienzan las instituciones educativas de todos los niveles a llenarse de claustros doctorales patito, “doctoras y doctores” con el título, pero sin líneas de investigación, sin aportaciones científicas novedosas, es más, ni siquiera con el conocimiento de la metodología de la investigación básica, pero con el ego hasta el cielo por un papel de bajísima calidad educativa. Y así pasa con maestrías y licenciaturas sin que nadie ponga orden al respecto.