Esta última noticia donde estalla una guerra es un torrente de emociones, donde se desborda el alma y se nubla la mente básicamente por el miedo.
Es estar en medio de la oscuridad que envuelve cada día; el corazón se aferra a la esperanza como un último rayo de luz en la tormenta.
El estruendo de la violencia y el miedo, el rugido de las explosiones y el lamento de miles de personas nos recuerdan la fragilidad de la paz y la brutalidad de la guerra.
Eso nos asombra y nos hace temblar, porque a veces somos apáticos al dolor ajeno.
Las familias de nuestro país y del mundo se aferran a que no haya necesidad de más guerras.
Cada bala que se dispara deja una herida en el corazón de la humanidad, una herida que tardará generaciones en sanar.
La guerra no solo hiere los cuerpos, sino que también destroza los sueños de un mundo en paz.