Es hasta la muerte cuando más se reconocen los ideales y las obras de los hombres y de las mujeres que fueron sensibles de las necesidades de las sociedades humanas y trabajaron e hicieron todo por satisfacerlas en la medida de sus posibilidades de acuerdo con la época y el lugar en que les tocó vivir; por eso Thomas Carlyle, decía que la historia del mundo era la biografía de los grandes hombres.
Con una diferencia de 23 días, murieron Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, en Ciudad del Vaticano, en Roma, Italia, el 21 de abril; y José Alberto Mujica Cordano, José “Pepe” Mujica, en Montevideo, Uruguay, el 13 de mayo; que tuvieron en común su amor al prójimo, su lucha por la desaparición de las desigualdades, su desapego por las cosas materiales, su humildad y su sencillez, su defensa por los que menos tienen y por los grupos marginados y más vulnerables, etcétera.
El primero, Papa, y con lo cual se dice todo; el último, exguerrillero, dirigente social, líder político, ex presidiario (estuvo preso 13 años por sus ideas y sus acciones políticas), senador y Presidente de Uruguay, de 2010 a 2015; habiendo destacado en el Foro de la ONU, con un discurso histórico bien documentado contra el consumismo de la sociedad moderna.
De Pepe Mujica, se cuentan anécdotas como la de cuando en su ”vochito” un Volkswagen, modelo 1987, manejándolo en una avenida de Montevideo, una persona, sin saber quien conducía, le pidió un “aventón” o “raid”, parándose y subiéndolo y ya adentro el conductor le preguntó que a dónde iba y al voltear a verlo lo reconoció como el Presidente de la República, pidiendo que lo bajara, a lo que Mujica, se negó preguntándole que a dónde iba para llevarlo.
Otra anécdota es que trataron de comprarle su “vochito” a Pepe, en 5 millones de pesos, y él se negó porque su carrito le había servido cuando él era Presidente, y en eventos muy importantes y hasta internacionales, se estacionaban a su lado Mercedes Benz, Cadillac, BMW, y otros vehículos sofisticados.
Donó casi todo su sueldo como Presidente, renunció a vivir en la Casa Presidencial, para en su lugar vivir en una modesta granjita en los suburbios de Montevideo.
Podríamos afirmar, toda proporción guardada, que las vidas del Papa Francisco y de José Mujica, fueron vidas paralelas, que deben ser imitadas por gobernantes y gobernados, sobre todo ahorita en que el oro los hace renunciar a sus principios y a sus valores; y cambian de partido como cambiar de calcetines.