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El gobierno de Israel no tiene piedad; en los últimos 18 meses de ofensiva militar contra la franja de Gaza ya van más de 52 mil muertos y cerca de dos millones de gazatíes forzosamente desplazados, pero esta tragedia no se compara con lo que se avecina; ya que desde el 2 de marzo un bloqueo militar intransigente, inaceptable y contrario a los designios divinos de la religión judía, impide la entrada de alimentos de agencias humanitarias que han estado apoyando a los millones de desplazados con alimentos. Miles de camiones repletos de alimentos están detenidos por el ejército israelí en la frontera y esto amenaza la salud de cientos de miles de niños; y es que a la fecha son más de 60 mil infantes con casos de desnutrición cuya vida corre peligro por este infame bloqueo que castiga como siempre a los más vulnerables. Lo grave es que no parece haber nada que se pueda hacer para frenar este genocidio; pues la Corte Penal Internacional ha acusado al primer ministro Israelí, Benjamín Netanyahu, de crímenes de guerra por las atrocidades cometidas por su ejército en suelo palestino y dicho ministro se pasea por el mundo como recientemente lo hizo en Hungría en una visita de Estado con absoluta libertad y seguridad de que nada ni nadie lo puede tocar. Ni siquiera la Corte Penal y si orden de arresto contra el ministro emitida desde 2024. Lo indignante es la impunidad; pues todos los países de la Unión Europea, incluida Hungría, son signatarios de la CPI y sus órdenes de arresto, y, por lo tanto, todos los miembros del tribunal están obligados a detener a los sospechosos que enfrentan una orden si pisan su territorio y aún así no pasa nada. Es cierto que Israel puede tener sus motivos de seguridad para implementar estrategias militares contra organizaciones terroristas como Hamas que reside en Palestina, pero nada, absolutamente nada justifica atentar contra los más vulnerables como estrategia de presión para obtener resultados. Los civiles en palestina quieren alimento, quieren sobrevivir a los bombardeos diarios, al desplazamiento, a la hambruna, no les interesan los problemas políticos entre organizaciones, y es algo que ha ignorado por completo el gobierno genocida de Israel. Aquí es donde resuena el estribillo “a Dios rogando y con el mazo dando”; el país sionista, el elegido, el pueblo de Jesús en es estado de salvajismo puro atentando contra infantes sin el más mínimo pudor. Dejar que mueran de hambre y se maten a sí mismos por un trozo de pan para presionar a sus enemigos no me parece lo más cristianamente aceptable, y no se trata de que Netanyahu sea juzgado cuando muera, se trata de que detenga la barbarie inmediatamente y que sea juzgado por sus crímenes porque esto va más allá del lamentable conflicto que envuelva a Israel y Palestina desde fines de los años cuarenta. Es genocidio, es infanticidio.