Arrancamos… PRESENCIA DE LA IGLESIA CATOLICA EN MEXICO.- Solamente teniendo en cuenta la omnipresencia de la Iglesia Católica y de su clero político, se puede entender la historia de México. A partir del 13 de mayo de 1524, con los albores de la Nueva España, en que llegaron 12 misioneros franciscanos con una misión pontificia expresa, y se instituyó la primera autoridad eclesiástica, se ha contado, para bien o para mal, con la influencia determinante del clero político en la vida pública de México. La expansión de la Iglesia se inició con la protección del Estado español; y fue creciendo, creciendo, hasta que comenzó a desempeñar, por ejemplo "un papel de banquero que le permitía disponer de una considerable cantidad de dinero en metálico; prestamista, acrecentaba aún más su fortuna territorial cuando los deudores no podían levantar sus hipotecas; primer propietario inmobiliario, desempeñaba un gran papel para el pueblo, que se alojaba en sus locales". Y habiendo dominado las conciencias de los nativos, el clero político se apoderó de la mayor parte de los bienes materiales. Después de trescientos años de dominio eclesiástico, fue implantada una política nacional que vino a chocar de frente contra una Iglesia acostumbrada hasta entonces a la cooperación y a la independencia. "La abolición de la inmunidad eclesiástica, medida tomada por el virrey y confirmada por las Cortes españolas, formaba parte de la política "ilustrada" de los Borbones y de su programa de reforma de la Iglesia. El decreto temporal del virrey respondía inmediatamente a las necesidades de la lucha contra los insurgentes, con demasiada frecuencia dirigidos por sacerdotes, y no hacía sino dar término, lógicamente, a una política monárquica y absolutista comenzada bajo Carlos Ill, según la cual el privilegio eclesiástico era fundamentalmente incompatible con la modernidad. Los ejecutores de la radical reforma monárquica, no contaban con la veneración que la mayoría de los mexicanos tenía por el sacerdote y la definitiva influencia ideológica que ese "pastor" ejercía en sus "ovejas"; de ahí que todo acto de gobierno contra las inmunidades y privilegios, fuera recibida por los "fieles" como una violación blasfematoria, como un atentado monstruoso y como un motivo para rebelarse contra el poder constituido. La ley de 1778 que pretendía reforzar el control sobre el clero, provocó varios motines parroquiales e inconformidad de los creyentes. La autoridad civil ordenó la detención y prisión de varios párrocos y expulsó del país 500 sacerdotes. Ese anticlericalismo fue sentido por el público como una manifestación de un "plan demoníaco para destruir la religión en México". ¡Sí! ese fue el inicio de los permanentes enfrentamientos del clero político contra el poder civil. Comprobada la fuerza de la Iglesia Católica en la Guerra de Independencia, los legisladores constituyentes mexicanos, le ofrecieron "una situación privilegiada, una situación oficial, a condición de que aceptara su subordinación a un Estado del cual habría de respetar las órdenes, así como los límites que pusiera a su acción". Fue así como en la Constitución de 1824, se proclamaba que la religión católica era la única religión y que "El Patronato Real es de derecho inherente a la soberanía nacional". Proseguía así, el sueño de hacer del clero el instrumento de una política.
MI VERDAD.- Los liberales comenzaron a actuar: exigían la supresión de los "fueros"; y los privilegios nobiliarios, militares y eclesiásticos. Valoraron que era el momento para la recuperación, por la Nación, de la riqueza económica del clero, como acción previa a la destrucción de su poder político y de su fuerza ideológica.