Los que escribimos, no escribimos poesías, si no espejos de nuestra realidad.
Redactamos ecos de amores del ayer, que, aunque se traten de olvidar, siguen ocasionando un dolor que nunca termina.
Los que escribimos poesía, lo hacemos para limpiar el corazón, uno envejece de la piel, pero nuestro corazón es como un niño que necita de una caricia.
El que escribe no puede vivir sin la nostalgia, porque es lo único que mantiene vivo al escritor, aunque también sea tóxica.
Un trago puede ser un aliciente para el escritor, un buen vino es un amigo, pero también acentuar cada verso de un bello poema.
La pluma nunca abandona al poeta, nunca dejará de escribir, hasta que la muerte venga a él.
Sin embargo, si Dios le da la oportunidad de amanecer un día más, el seguirá, el poeta seguirá con su labor.
Escribirá de los más bello de la creación, que es la mujer, a ella se dedica el poeta… y al amor.