Las palabras, acaso, se las lleva el viento, como las promesas de amor que huyen con el tiempo. Nadie puede ofrecer sin compromiso ser fiel, en actos reales el amor se convierte en hiel.
Son las palabras, pero también como un puñal profundo, que hieren más que un golpe rotundo. Pueden salvarnos, pero también herir, como los desamores que logran confundir.
Son poderosas, con su dulce disfraz, ocultan un "te amo" que jamás dirás. Guardan secretos que el pecho encierra, enterrando el alma en su propia guerra. Escribir sana, alivia el tormento y quien escribe, quizás, al viento se va lento toda la tristeza. Las palabras dulces, tan puras y tiernas, como de niños sin sombras eternas, un mañana de paz, sin miedo a perder la fe en que el hombre se puede entender con su amor.