UN MOSQUITO, UN INSIGNIFICANTE MOSQUITO, PUEDE MATARNOS EN UN SUSPIRO
Siempre he tenido buena salud. Desde hace más de 20 años, he practicando, casi sin interrupción, ejercicio en el gimnasio. Y, aunque nunca he tenido mis niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos en óptimas condiciones, (siempre un poco, por arriba de lo normal), no he tenido complicaciones, es más, nunca había pisado un hospital.
Me vanagloriaba de mi buena condición física, presumía, que no me enfermaba ni de la gripe, desde hace varios años.
Es más, nunca me he vacunado de la influenza y, sólo porque comenzó el COVID, y la amenaza de que, quien no tuviera las vacunas, no podría salir del país, fue que me puse, únicamente dos vacunas (si por mi hubiera sido, no me pongo ninguna).
De joven, nunca sufrí una fractura, no me descalabre ni sufrí un percance grave, salvo, la mordedura de un perro.
En el año 1973, contraje la fiebre malta, porque, trabajando como profesor de primaria, tenía que pasar toda la semana en un ejido de San Pedro y, la señora que me asistía con la comida, en vez de hervir la leche de cabra, solamente la calentaba; conocí a Dios en tierra de indios. En pleno Julio, pasaba casi todo el día, arropado con una cobija de lana, con una temperatura ambiente de 39 grados y, aún así, los temblores del cuerpo, por la fiebre, me volvían loco.
Hace cerca de 15 años, me “pegó” la fiebre tifoidea y 5 años más tarde, cuando casi estaba listo para correr un tramo del maratón de Mazatlán, comencé con síntomas de tifoidea y, en vez de hacerme análisis, le dije a un amigo doctor, que me recetara para combatirla, pero los estragos fueron aumentado: resultó, que era ¡rotavirus!
Jamás había experimentado algo así, porque, a diferencia de la tifoidea, con el rotavirus, no hay medicinas que lo combata, la fiebre, la diarrea y el vómito, es permanente.
Después, a través de análisis y, detectada la enfermedad, supe que sólo con suero, se logra acabar con ella.
El viernes 18, tuve que viajar a Saltillo, para realizar un trámite en ese mismo día.
Cuando regresaba, antes de llegar a Matamoros, sentí que me dolía la espalda baja, pensé que era normal. Sin embargo, al llegar a mi casa, el dolor del cuerpo se generalizó y, a esas alturas, ya tenía fiebre.
Le llamé a un doctor, amigo de mi cuñado y, éste, confirmó que eran síntomas de dengue. Me aplicó un suero con Paracetamol, lo que aminoro las molestias, pero, para la mañana siguiente, los espasmos por la fiebre aumentaron, por lo que, me pusieron otro suero y el miércoles fui al laboratorio para que me confirmaran que era dengue.
Como salieron bajas las plaquetas (70 mil), mi esposa me dijo que fuéramos al IMSS, para que me revisaran en urgencias. De inmediato me hicieron la prueba del dengue, confirmando que era positivo, pero, el nivel de plaquetas, había bajado a 37 mil, por lo que la doctora, tuvo que internarme.
Para no hacer larga la narrativa, me quedé tres noches internado y con las plaquetas en 30 mil, cosa que comenzó a hacer estragos, debilitándome, al grado de sentirme mareado y muy débil.
Para el sábado, pedí que me dieran de alta, porque el hospital me estaba haciendo mal, me subió la presión a niveles alarmantes por el estrés, por lo que la doctora de guardia tuvo que darme de alta el sábado 26, no sin antes medir los niveles de plaquetas, que ya habían subido a 70 mil.
Para quienes no tienen idea de lo que es esta enfermedad, le sugiero que la tomen con el debido respeto, pues, de llegar a hacer crisis, lleva inexorablemente, a la muerte.
Apenas, una semana antes, un amigo, casi mi hermano, que tiene muchos años de trabajar en el Edificio Coahuila, para el Gobierno del Estado, me habló para decirme que iba de regreso a su casa a comer, me dijo que lo regresaron del trabajo para realizar acciones de fumigación en la colonia Carolinas. Lo que vio en las casas -me dijo-, fueron escenas surrealistas, por la forma en que viven muchas personas, rodeadas de muebles viejos, basura y cacharros de todo tipo, tanto en los patios, como en las azoteas. De ahí, obviamente, junto con la temporada de lluvias durante algunos meses del presente año, era de esperarse, una copiosa y abundante cantidad de mosquitos, mismos, que son los que están causando los estragos y tienen a los hospitales abarrotados de enfermos por dengue.
Aquí, en SinCensura, hemos alertado sobre esta plaga y la gravedad de la enfermedad. Hoy, que lo he vivido en carne propia, no está de más, recomendarles que se cuiden y se prevengan por todos los medios, pues, la diferencia entre la vida y la muerte, está en éste, al parecer, insignificante mosquito, que, a decir de los organismos internacionales de salud, es el causante de millones de muertes, por encima de otras enfermedades infecciosas.
¡AGUAS CON EL DENGUE!