Cual, si fuese algo predestinado a suceder, todos en algún momento de nuestra vida, hemos esperado el tan anhelado “golpe de suerte”. Ese que te saque de pobre, que te traiga al amor de tu vida, o que te dé el trabajo de tus sueños.
Queremos que las cosas sucedan como por arte de magia, en lugar de hacerlas suceder.
Y es que es más fácil, dejarle mi destino a un horóscopo, que cambiar mis malos hábitos, para tener una mejor calidad de vida. Pagarle a la que lee las cartas, para que me diga cuándo va a aparecer el príncipe de mis sueños, como si eso fuera garantía de una vida feliz.
Nos pasamos la vida viendo por la ventana, esperando que el golpe de suerte llegue, que la felicidad toque a mi puerta y me diga: ¡Aquí estoy!
Creo que esto se debe, a que no tenemos un propósito de vida, no sabemos hacia donde redirigir nuestros pensamientos y nuestros anhelos y, cuando lo hacemos, es de una manera errónea y no muy sana. Se nos vuelve una obsesión conseguir algo, aunque seamos conscientes de la poca probabilidad de que eso ocurra. Queremos usar la misma talla de ropa de cuando éramos adolescentes, aunque estemos rozando los cuarenta o los cincuenta años y, nos enojamos diciendo: ¿por qué a mí?, ¿por qué no puedo bajar de peso? Cuando mientras lo dices, tienes unas papas fritas en una mano y un refresco del otro lado. Culpando a nuestros traumas de la infancia por todas nuestras desgracias, en lugar de hacernos responsables de nuestra vida.
Le pedimos al universo que conspire a nuestro favor, que sea benévolo, mientras le deseamos el mal al prójimo, hablamos pestes del compañero de trabajo; estacionamos en lugares prohibidos y le damos moche a la autoridad cuando nos pasamos un alto. Pero eso sí... ¡Maldito gobierno!, ¡Maldita burocracia!, ¡Maldito tráfico!
Todo y todos tienen la culpa de mi mal carácter... porque claro, no soy yo, son los demás, son los otros. Y entonces me pregunto... ¿cuándo tendré buena suerte?
Esa suerte que tiene el maldito de mi compañero que siempre llega temprano a trabajar. Esa suerte que tiene mi amiga la que hace ejercicio y se alimenta sanamente y, que ella y su diminuta cintura, lo dan a conocer... ¡Va!... ¡Presumida!
La suerte de esa gente que todos los días saluda y dice buenos días; como si eso fuera a solucionar sus problemas...
Pero algún día, mi golpe de suerte llegará... mientras tanto, esperaré a que las cosas cambien, en lugar de hacerlas cambiar.
Hay una frase muy trillada, que dice: “Sé el cambio que quieres ver en los demás” ...
Bueno, a mi parecer, no hay mejor manera de definirlo que ésta.
Y para qué son las alas, sino más que para volar...