POR: PAUL TABORI
Para Tabori, un estúpido es una persona que no padece ninguna afectación en su cerebro o en sus capacidades mentales (o sea, es una persona normal) pero que _*no razona adecuadamente*_ por fallas imputables a la responsabilidad del sujeto, es decir; no indaga, no escucha, no analiza y queda atrapado en las trampas del ego -vanidad, soberbia, narcisismo-, o se deja vencer por vicios como la pereza, la ira o la lujuria, o es incapaz de controlar emociones como el miedo o la ansiedad, o en sentido contrario, la euforia.
Lo relevante aquí es que, entonces, no se trata de una incapacidad mental sino de una irresponsabilidad moral, enteramente imputable a la persona.
Carlo Cipolla, en su *“The Basic Laws of Human Stupidity”* advierte que, como la estupidez es por definición irracional, las personas que actúan sobre una base racional, tenderán siempre a subestimar la relevancia de los estúpidos, tanto en su número como en el impacto de sus acciones, porque la estupidez no la creemos posible; o simplemente, no damos crédito.
Por su relevancia, la estupidez adquiere el carácter de un fenómeno social particularmente peligroso, que debe ser reconocido y activamente combatido.
*“Particularmente en el ámbito político”.*
*Dietrich Bonhoeffer,* fue un teólogo alemán que se distinguió por su activismo contra el régimen nazi, hasta que fue capturado por la Gestapo. Encarcelado y después de varios años de encierro, ejecutado en un campo de concentración en 1945.
Mientras estaba en la cárcel no dejó de escribir y algún guardia lo ayudó a sacar sus escritos que serían publicados en forma de libro *”Cartas desde la Prisión”.*
En una de sus cartas elaboró lo que se conoce como la “Teoría de la Estupidez” de Bonhoeffer, tratando de explicarse cómo había sido posible que una población, mayoritariamente educada y razonablemente culta, se hubiera dejado arrastrar en ese torbellino de irracionalidad y maldad; hasta el punto de enterrar sus principios éticos y religiosos, poner en pausa su conciencia y contribuir activamente al mal; denunciando a sus vecinos, apropiándose de sus bienes o participando directamente en su encarcelamiento o ejecución.
Muchos ciudadanos alemanes, siguieron participando y apoyando al régimen nazi, incluso cuando ya era evidente su crueldad y su locura.
Años después, con arrepentimiento, algunos alegaban no haberse dado cuenta del mal imperante. *“Yo no sabía”,* *“no me percaté”, “me dejé llevar por el fervor nacionalista”.*
Hubo en ellos una clara voluntad de no saber. Y también, una grave irresponsabilidad personal, al dejarse arrastrar por la multitud, o cegarse por la pasión ideológica.
Al querer cerrar los ojos ante la realidad, dice Bonhoeffer: “resultaba imposible razonar con ellos”.
Como escribió el profeta Isaías: *“Cerrados están sus ojos para no ver y su corazón para no entender” (Is, 44:18-20).*
Bonhoeffer explica, que en materia política, bajo ciertas circunstancias, las personas se vuelven estúpidas irracionales, o permiten esta ceguera o bloqueo de la consciencia:
*“Si se observa más de cerca, se hace evidente que todo fuerte aumento de poder en la esfera pública, ya sea de naturaleza política o religiosa, infecta a una gran parte de la humanidad con su estupidez. Incluso parecería, que se trata prácticamente de una ley sociológico-psicológica.*
*“El poder de uno necesita de la estupidez del otro”.*
El proceso que está en juego aquí, no es que las capacidades humanas particulares, por ejemplo, el intelecto, se atrofien repentinamente o fallen.
En cambio, parece que bajo el impacto abrumador del poder creciente, los seres humanos se ven privados de su independencia interior, y más o menos, conscientemente, renuncian a establecer una posición Autónoma, frente a las circunstancias emergentes.
El hecho de que el *estúpido* sea a menudo *testarudo,* no debe cegarnos ante el hecho de que no es independiente.
Al conversar con él, uno siente virtualmente, que no se trata de una persona, sino de eslóganes y cosas por el estilo, que se han apoderado de él.
*Está bajo un hechizo; cegado, maltratado y abusado en su propio ser.*
Habiéndose convertido así, en una herramienta sin mente. *“La persona estúpida también será capaz de cualquier mal y al mismo tiempo, incapaz de ver que es malo...”.*
Esta reflexión es *pertinente* en el momento actual de México.
Por *ceguera ideológica,* por *afanes miméticos,* por el miedo a aceptar una realidad contraria a las expectativas, o por *no reconocer* un error previo (*haber votado en 2018 por ya saben quién*), hoy encontramos a personajes notables de nuestra vida pública, que han decidido *alinearse y comprometerse* con un régimen *brutalmente destructivo,* al amparo de *banderas ideológicas* (respetables algunas), como la lucha en favor de una mayor justicia social.
Es el caso, por ejemplo, de *Arturo Zaldívar, Marcelo Ebrard, Lorenzo Meyer, Sabina Berman, Juan Ramón de la Fuente o Viridiana Ríos.*
Todos ellos con una biografía personal muy destacada, por su formación académica, su inteligencia práctica y su pensamiento crítico, pero que ahora, están *obnubilados por su pasión ideológica* y su apego sentimental a las promesas (*incumplidas por cierto*) de la 4T. Y *no se dan cuenta* de la contribución activa que están prestando a *la destrucción de la democracia mexicana, tan valiosa, tan reciente y tan frágil.*
*“No pueden. Están cegados”.*
Y detrás de ellos, tenemos a *millones de mexicanos, también cegados por la estupidez,* que siguen dispuestos a votar por la continuidad de la 4T, *igual que tantos alemanes que seguían respaldando a Hitler en 1938* o venezolanos que aún, increíblemente, le echan porras al caos que encabeza Nicolás Maduro.
*“El número de estúpidos es infinito”, se escribe en el Eclesiastés (1:15).*
*Ya nos damos cuenta, pero... ¡Cuánto daño hacen!.*