Arrancamos… La historia del socialismo en México se remonta a 150 años atrás. Indisolublemente ligado con el radicalismo intelectual, el movimiento obrero y la rebelión campesina, el socialismo ha tenido influencia en todos, sin llegar a dominar en ninguno de ellos. Su historia está marcada por periodos de auge y prolongados eclipses; por olas de represión y tolerancia de los gobiernos en turno. Obligado a ocultarse tras pantallas liberales, populistas o cristianas, aparece a menudo como influencia difusa o componente de un pensamiento ecléctico. Incluso en el siglo XX, los mexicanos que se reconocen como socialistas han sido pocos, pero los que aceptan albergar simpatías por una u otra idea socialista son muchos. No es sino hasta la primera década del siglo XX cuando puede hablarse de la existencia de un pensamiento socialista mexicano definido, que en la década de los treinta dará un nuevo salto para llegar en los años setenta a su apogeo, poco antes de entrar en una profunda crisis en el mundo entero. Detrás de sus múltiples caras y siglas partidistas, el socialismo ha estado dominado en México por tres grandes corrientes: el anarquismo (magonista en sus inicios) que predica la revolución aquí y ahora; el marxismo revolucionario (comunista en sus orígenes) que llama a recurrir a todas las formas de lucha en un largo proceso de transformación, y el reformismo de corte socialdemócrata (de inspiración lombardista) que insiste en actuar dentro del marco creado por la Constitución de 1917 para transformar la sociedad. La historia del socialismo no debe confundirse con la de la izquierda, que abarca movimientos que no están inspirados por ideas socialistas ni se proponen la transformación del régimen económico-social en su conjunto. El socialismo es una corriente tan mexicana como la bandera tricolor con el águila montada en el nopal, el liberalismo de Mora, Ignacio Ramírez y Cosío Villegas; el agrarismo de Zapata, Ursulo Galván y Danzós Palomino; el nacionalismo revolucionario de Lázaro Cárdenas, Jesús Silva Herzog y Álvaro Jara, y el cristianismo social de Hidalgo, Morelos y Samuel Ruiz. Aun cuando su presencia política ha sido siempre muy minoritaria, su influencia ideológica ha resultado importante. Sus primeros balbuceos en nuestro país datan de 1848. En 1853 surgió en la ciudad de México la Sociedad de Socorros Mutuos de los trabajadores sombrereros, y un mes más tarde la de sastres. En la declaración de principios de la primera se habla de dos tipos de esclavitud: la "antigua", ligada al dominio español, y la "moderna, que nos arrebata las ganancias de nuestro trabajo". En la segunda se afirma que "los obreros no pueden estar del lado de los patrones", y ocho años más tarde, en 1861, llega a Veracruz Plotino C. Rho-dakanaty, a quien José C. Valadés ha llamado el primer socialista mexicano. Al mismo tiempo, conservadores y liberales comenzaron a utilizar el concepto de socialismo en un tono peyorativo, asociándolo indiscriminadamente con el de comunismo y anarquismo. Los conservadores lo esgrimen para combatir la publicación y difusión de textos que consideran sediciosos, las primeras asociaciones mutualistas y también la idea liberal de la desamortización de los bienes del clero. Se combate el "socialismo" de las ideas de Alfonso de Esquiros y Eugenio Sue; el peligro que representan las asociaciones gremialistas en un país que "por sus riquezas, no necesita cambiar de organización social"; los dirigentes liberales "pálida copia de los socialistas franceses" y la desamortización "peor que la expropiación socialista". La primera rebelión armada que adoptó un programa socialista fue la de los campesinos de Chalco, que se produjo en el año de 1869. En su manifiesto "a todos los oprimidos y pobres del mundo", su dirigente Julio Chávez López, que había participado en una escuela de socialismo junto con Rhoda-kanaty, proclamaba que había llegado la hora de luchar por la tierra, el trabajo y la libertad, y destruir el sistema que condena a unos a ser pobres y a otros a gozar de la riqueza y el bienestar.
MI VERDAD.- Esta corriente ideológica-política no ha desaparecido totalmente. (Primera de dos partes)