Arrancamos… En la década de 1980 López Obrador consideraba cada vez más que el PRI estaba “desgastado” -un desencanto que coincidía con una cada vez más equivocada línea dentro del parido. El ascenso de Salinas y de sus compañeros "tecnócratas" causó encono en el ex gobernador de Michoacán Cuauhtémoc Cárdenas, el antiguo secretario de gobierno y presidente del partido Porfirio Muñoz Ledo, y otros individuos resueltos que formaron la Corriente Democrática (CD) en 1986. Si bien estos activistas defendían de manera retórica la "democracia" dentro del partido, su verdadera finalidad era obstruir la creciente influencia de los tecnócratas. Cárdenas y sus aliados se lamentaron por la disminución de los subsidios en casa y el derrumbe de las barreras comerciales que estimulaban la incorporación de México a la economía global. También se desesperaron con el control de los sueldos, las reducciones de la inversión del gobierno, la disminución del gasto social, la privatización de industrias clave y la desregulación de la inversión extranjera. Por su parte, Cárdenas -hijo del antiguo presidente- creía fervientemente en el proteccionismo, un Estado benefactor de gran tamaño, restricciones fuertes a la inversión privada y que la nación fuera dueña de sectores clave que salvaguardaran los ideales de la Constitución. El "documento de trabajo número uno" fue firmado por 10 priístas; comprendía las metas de la CD y reflejaba las inquietudes de López Obrador en cuanto a la dirección del país. Un factor en la tensión fue la negativa de De la Madrid de acceder a la solicitud de la temible "doña Amalia" Solórzano —viuda del general Cárdenas— de nombrar a Cuauhtémoc Cárdenas director general de Pemex. A la búsqueda de sus objetivos, los activistas de la CD hicieron campaña abierta para la selección de Cárdenas como el abanderado prista -una actitud que transgredía la ley no escrita de que el presidente en funciones elegía a su sucesor. La crítica mordaz del presidente del partido Jorge de la Vega Domínguez hacia los rebeldes combinada con la elección de Salinas como candidato desvaneció todas las esperanzas de que los líderes de la CD tuvieran una reforma interna o modificaran la doctrina neoliberal del partido. Después de abandonar al PRI Cárdenas y los demás apóstatas estaban ansiosos por reclutar nuevos talentos para sus exploraciones políticas y siguieron cortejando al farisaico López Obrador. En él encontraron a un entusiasta espíritu afín que aplaudía la devoción del padre Hidalgo hacia los desposeídos, el republicanismo austero de Juárez, las metas reformistas de Madero y los cambios sociales fraguados por el resuelto Lázaro Cárdenas. MI VERDAD.- López Obrador de que los tecnócratas habían traicionado el compromiso del PRI con el nacionalismo revolucionario. Llegaría a considerar a Salinas la encarnación satánica del neoliberalismo, que tenía que exorcizarse para liberar a la gran mayoría de los mexicanos.