Cuando un país como México está siendo asolado por la inseguridad, la miseria, la injusticia, la extorsión, la pérdida de libertades, pesadas cargas impositivas, la corrupción, el saqueo de su patrimonio, la perversión y el despotismo, la solución no debe buscarse en estrategias financieras, en la reducción de la población, en la castración de la juventud, en la promoción del libertinaje, en la manipulación genética y biológica de la nueva población, en la sedación médica y psicológica del pueblo, en la cosificación de la persona para que olvide su dignidad, en disolver la sociedad y convertirla en muchedumbre, en restarle libertades y en obstruir la vivencia de sus creencias, porque lo anterior no soluciona el mal al contrario lo aumenta.
Tanto el liberalismo como el comunismo, también llamados derechistas e izquierdistas, capitalistas y estatistas, son la causa eficiente de la deformación moral de las personas de todas las clases sociales, de ambos sexos y edades, a tal grado de llevarlas a convertirse en parias o piltrafas.
La degradación mayoritaria de las personas en una sociedad en tan numerosa que ya no causa asombro entre sus habitantes, ver como natural lo anormal, como aceptable lo que antes era repudiable y como ejemplo a seguir; lo ruin, lo feo, lo sucio, lo perverso y lo aberrante.
Es así que las personas que viven atrapadas en esos sistemas deshumanizantes su conducta y actitud sobresaliente son las siguientes: avaricia, frivolidad, bajeza, cobardía, curiosidad, desobediencia, dureza de corazón, envidia, falsedad, frivolidad, hipocresía, indiscreción, ingratitud, ira, mentira, odio, orgullo, pedantería, pereza, rencor, sensualidad, soberbia espiritual, superficialidad, tibieza, traición, vanidad y vileza.
Es bueno comentar los vicios mencionados, que como pandemia tienen atrapados a millones de personas y que cada día los destruyen, para que ya visualizados se reconozca el grado de perdición que afecta al pueblo.
La Avaricia es un deseo vehemente y desenfrenado de atesorar bienes terrenos y perecederos por medios lícitos o prohibidos a su alcance.
La bajeza se deja cosechar por el vil interés para nefandos crímenes, mil injusticias y negras maquinaciones, pues es embustero y rastrero.
La Frivolidad es un vaivén de volubles y vanas pretensiones que jamás llenan o satisface a quien la padece, vive un vacío mundanal que los hace saltar de flor en flor sin llegar nunca a satisfacerse.
El Cobarde es quien se avergüenza de confesar sus creencias, no tiene valor para defender su dignidad, y se somete al tirano, al que dirán y prefiere humillarse ante las modas y mentiras.
La Curiosidad es un instintivo deseo por conocer lo oculto y secreto de cualquier género, por una inquietud desordenada y estéril.
La Desobediencia es sujetarse a su propio juicio y rechaza a cualquiera otro, no acepta que haya nada ni nadie superior a él.
La Dureza de Corazón no escucha las quejas del pobre, no tiene caridad y vive reconcentrado en el más frío egoísmo, jamás trabajará para el Bien Común.
La Envidia es destructora de la caridad social y amor al prójimo, siempre desea tener lo que otros poseen pues son su codiciado manjar.
La Falsedad es engañosa, es enemiga de la verdad, es el medio que usan los hipócritas y demagogos en sus actuaciones y palabras.
La Hipocresía es el refinamiento de la falsedad, del doblez y de la mentira, el hipócrita siempre finge con perfección lo que su corazón está lejos de poseer ni de sentir.
La Indiscreción consiste en la imprudente y desordenada comunicación de los favores recibidos a quien no está para saberlos ni siquiera interesada, este vicio llega al grado de dejar vacío al indiscreto, pues nunca guarda nada para sí.
La Ingratitud es el olvido de los beneficios recibidos, el desprecio de ellos y del mismo bienhechor, por quien tiene un corazón falto de amor.
La Ira es una pasión de fuego que entraña el ardor vivo y emponzoñado de la venganza. La ira altera los sentidos de la persona y lo iguala con los brutos o bestias.
La Mentira, enemiga de la verdad, es el instrumento del malvado para esconder la verdad y confundir a los demás con el fin de obtener ventajas o para encubrir delitos o crímenes cometidos en contra del prójimo.
El Odio es como un mar donde nadan los que tienen grabado el deseo de vengarse y se afanan por ver a su víctima envuelta en grandes daños y sufrimientos.
El Orgullo es un levantamiento constante del que busca las alturas, pavoneándose en ellas y viendo a los demás, desde su pedestal, bajos, indignos y despreciables.
La Pedantería es sostenerse en alto puesto desde el cual, todo lo ve bajo, indigno de él y degradante, creyéndose más que otros, los desprecia.
La Pereza es un pesado dejo que le comunica su inercia, debilitándose para todo lo bueno, para cumplir con su deber, el perezoso está lleno de miseria.
El Rencor es una pasión innoble, de muy bajos y degradados deseos buscando la oportunidad de dañar a los demás.
La Sensualidad es la pasión que lleva a la perdición por el uso desenfrenado de los sentidos que busca la satisfacción de todo lo que le apetece sin importar las consecuencias.
La Soberbia es la creencia falsa de sentirse dios que todo lo puedo y reclama y exige que los demás estén a su servicio y sacrificio.
La Superficialidad es la persona frívola y que solo está interesado en las apariencias, le molesta o repudia en conocer a fondo las cosas y a las personas.
La Tibieza, es el vicio de la indecisión, de la falta de compromiso, de querer vivir entre la mentira y la verdad, de la no definición de su plan de vida.
La Traición es la pasión infame que asesta el puñal con la sonrisa del candor en los labios, a quien le había jurado lealtad y fidelidad.
La Veleidad es hija de la indecisión y busca para formar su nido corazones vacíos, frívolos e inquietos.
La vileza compañera de la traición y de la cobardía, es la que hace perder la dignidad y arrojarse al fango de los apetitos desenfrenados.
Ahora que tenemos claro los vicios que los supuestos sistema políticos y económicos del liberalismo y comunismo sembraron en la población, la salvación sólo puede venir de la moralidad del pueblo, es decir, volver a sus habitantes virtuosos, para vivir en paz, con justicia, con libertad y Bien Común, para limpiar todas las instituciones públicas de la demagogia, la corrupción y la tiranía. Usted lector dice la última palabra.