Tal vez, provenimos de una familia formada de buenos cimientos, como un árbol de raíces fructuosas, pero pasa el tiempo y las dos ramas se han ido dañando con cada roce.
Sí, en la infancia esas pequeñas ramas eran felices, pues aquel árbol las mantenía tan unidas y juntas veían las cuatro estaciones, esas ramas eran amorosas entre ellas.
Al crecer, las ramas empezaron a quitarse las hojas entre sí, dividiéndose por completo, aquel árbol veía que esas dos ramas se empezaban a separar.
El árbol simboliza los padres y la familia, las dos ramas simbolizan dos hijos que discuten y pelean entre sí, algunos de los hijos siempre es el consentido de sus padres, es por eso que siempre hay conflicto y al final se dividen.
Los hijos, al casarse, se separan más del núcleo familiar, y al encontrarse en una reunión familiar con sus padres, puede haber viejas rencillas entre ellos.
La pareja lo pueden hacer más fuerte para pelarse con sus hermanos, incluso, con sus propios padres, cuando el padre o la madre muere la familia en sí, pasa por dos procesos o los hermanos se unen o se separan sin importarle el padre o la madre que les quede.
Nunca es tarde para reflexionar que tenemos solo esta vida para perdonarnos como hermanos, aunque la vida nos lleve por otros caminos y pensemos diferente, siempre existirá la sangre que nos llame porque somos hermanos.