Ahora que, otra vez, los libros de texto están en el centro de la discusión, es interesante observar que uno de los educadores más vilipendiados es Paulo Freire. Considerado en el ámbito educativo uno de los mejores pedagogos, Freire es considerado también un educador preocupado por construir ciudadanos, en el sentido más elemental de la palabra. Para entenderlo baste recordar que, en muchos países colonizados, durante muchos años estuvo prohibida la lectoescritura para los autóctonos. De hecho, en Brasil, país donde nació Freire, sólo los ciudadanos que supiesen leer y escribir tenían derecho a votar. Eran los años de la dictadura militar, y la mejor y más barata manera de tener controlada a la población consistía en mantenerla en el analfabetismo.
Justamente por eso, Paulo Freire se dedicó a desarrollar un método que permitiera que los brasileños pobres aprendieran a leer su realidad, no solo con sus propios ojos sino con sus propios conceptos, aunque esto implicara el uso de un idioma (el lenguaje de los colonizadores) que no era el de ellos. Solo así aprenderían a dejar de leer la realidad y a pensarse a sí mismos a través de la cultura que los dominaba.
Para ello había que construir o diseñar un método que liberara, que transformara a los oprimidos en hombres y mujeres libres, una forma de aprendizaje que les permitiera ver su condición social sin el cristal de los opresores (palabra que, por cierto, tanto disgusta a los críticos de los nuevos libros de texto). Tenía que ser así porque, de otra manera, la lectoescritura solo serviría para reafirmar el presunto carácter “natural” de una sociedad en la que unos cuantos privilegiados se aprovechan del trabajo de otros. Para Freire lo importante era quitar el velo que “naturalizaba” una cruel realidad socialmente construida. Por eso desarrolló el método de la palabra generadora, un método que asumía que la educación o la falta de ella, son actos políticos, expresiones de poder de un grupo social sobre el resto de la sociedad a la que pretenden convencer de que su idea de educación es “la mejor educación para todos”, así sea clasista, racista o machista.
EL método de la palabra generadora no iniciaba con las vocales o con el alfabeto completo. En lugar de ello, partiendo de que se trataba de alfabetizar a quienes ya no estaban en edad escolar y, por tanto, ya tenían una lectura del mundo, se buscaba una palabra que tuviese que ver con los alfabetizandos para que, luego, ellos la descompusieran en sílabas que luego recombinaban formando así nuevos grupos silábicos y después nuevas palabras.
Quizá algo de lo que asuste del método freireano es que, aunque habla de educación, no habla de “profesores” y “alumnos” sino de “promotores culturales” y “alfabetizandos”, precisamente porque se propone una nueva forma de relación entre el que lee la realidad a través del alfabeto y el que la lee por medio de un sentido común alimentado por la tradición y las más antiguas creencias que, sin embargo, comparten con la educación alfabetizada la incapacidad de leer críticamente la realidad, tal como lo advierte Pink Floyd en “Otro ladrillo en la pared”. O quizá lo que asusta de Paulo Freire son los títulos de los libros en los que se plasma su pedagogía como, por ejemplo, “Educación como práctica de libertad”, o “Pedagogía del oprimido”. O pudiera ser que, lo que en realidad asusta, son los resultados que se obtuvieron con la campaña de alfabetización brasileña apoyada en las ideas freireanas: conocimiento y libertad.