Arrancamos… Hay un intento de legitimar históricamente la propuesta de una constitución moral, para que el Estado pueda promoverla. Para ello López Obrador pone los ejemplos de la declaración de independencia de Estados Unidos y de la constitución francesa de 1793. La felicidad, en estas formulaciones, es un derecho de las personas y no una norma moral. Es un abuso encontrar en estos textos algo que pueda inspirar la creación de alguna institución pública o un código moral dedicados a impartir la felicidad de manera semejante a como se imparte justicia. Las constituciones no deben ser inspiradoras de la instauración de iglesias y de preceptos religiosos. Prácticamente todo lo que cita López Obrador para fundamentar su propuesta de una república amorosa tiene un carácter religioso, desde abundantes citas de la Biblia hasta los textos de inspiración cristiana de Lev Tolstói y de Alfonso Reyes. Agrega unas pocas pinceladas procedentes de las fuentes más disparatadas, que incluyen a Aristóteles, Buda, Confucio, José Martí, Ricardo Flores Magón, Eduardo Galeano y Silvio Rodríguez. El resultado es un popurrí teórico dedicado a exaltar el amor y la bondad como arietes contra el individualismo, al que considera como una "mancha negra" tan horrenda como la codicia y el odio. Esta animadversión contra el individualismo está completamente fuera de lugar en un político que a cada paso proclama ser liberal y no conservador. López Obrador no se percata de que el individualismo es una de las vetas más importantes del liberalismo. Tiene una concepción muy estrecha del individualismo, y posiblemente usa el término simplemente como sinónimo de egoísmo, defecto que atribuye al neoliberalismo que tanto dice detestar. Y para "revertir el actual predominio del individualismo" es necesario, afirma, partir de la "reserva moral y cultural que todavía existe en la familia y en las comunidades del México profundo". Esta exaltación de la familia explica que sistemáticamente niegue la extendida violencia doméstica contra las mujeres, que ha aumentado con el encierro provocado por el covid-19. Esta moral es similar a la reserva de petróleo que tiene México en las profundidades de su territorio. En las profundidades del pueblo todavía reposa una inmensa bondad que es necesario extraer para plasmarla en una constitución moral. Para esta extracción López Obrador nombró una comisión de cuatro fieles de la 4T, entre ellos el vocero de la Presidencia, que se dedicó a redactar una propuesta para ser discutida y aprobada por los ciudadanos en no se sabe bien qué clase de ritual político. Esta operación propagandística de exaltación de la felicidad frente a la menospreciable producción de riqueza y de bienes terrenales es muy útil al presidente para encubrir sus errores cuando la economía tropieza a consecuencia de su política populista. MI VERDAD.- La constitución moral cristalizó en una Guía ética para la transformación de México que el presidente presentó en noviembre de 2020.