La mejor columna política de La Laguna, por SinCensura.
El PRI da un nuevo golpe al “obradorismo” con la victoria en Coahuila que es gobernado por Miguel Riquelme. El partido tricolor conserva el norteño Coahuila, su penúltima trinchera, la entidad donde nunca ha perdido. Morena gobernará en 23 de las 32 entidades del país.
El Instituto Electoral de Coahuila —IEC— finalizó el conteo del 100 por ciento de las boletas utilizadas en los comicios para renovar gubernatura en Coahuila, en donde el Programa de Resultados Electorales Preliminares —PREP— determinó que Manolo Jiménez Salinas obtuvo el 56.93 por ciento de los votos, el pasado 4 de junio. El domingo 11 de junio, Manolo Jiménez recibió la constancia como gobernador electo de Coahuila.
La elección en Coahuila no solo colocó a un candidato priista en la palestra de los gobernadores electos, sino que puso a su mandatario saliente, Miguel Riquelme, en la antesala de la dirigencia del priismo nacional.
Es más fuerte el PRI coahuilense de Miguel Riquelme, que lo que queda del tricolor a nivel nacional —hoy, en manos de “Alito” Moreno—, y ello, le abre una oportunidad a la militancia que todavía trae en su sangre el ADN priista para salvarlo del fracaso y encaminarlo hacia las elecciones del próximo año.
Los resultados electorales del domingo 4 de junio en Coahuila, revelaron que el tricolor captó una votación de 741 mil 791 votos para Manolo Jiménez, quien a la postre arrasó con los candidatos al Congreso local, en donde se llevaron “carro completo” al ganar los 16 distritos que estaban en disputa.
Estos resultados hablan, por un lado, de que el PRI está vivo, aunque haya perdido en Edomex, y por otro, el mérito de la victoria en Coahuila se debió a dos grandes priistas, el actual gobernador Miguel Riquelme y Manolo Jiménez, candidato ganador, por lo que de forma natural y ante el halo de derrota que arrastra el PRI desde que lo dirige “Alito” Moreno, se coloca a Miguel Riquelme en la antesala para dirigir a ese partido político.
Desde que llegó “Alito” a la dirigencia nacional, han perdido todas las elecciones para gobernador, a excepción de Durango, y aun así se mantiene en el cargo con el deseo de buscar la candidatura de su partido para competir por la Presidencia de la República. Vaya cinismo del campechano.
Lleva 12 gubernaturas perdidas, incluida, la del Estado de México, de 14 en las que ha participado y como quedó demostrado en esa entidad, su apoyo a la candidata fue marginal, toda vez que, en lugar de convertirse en un activo en la campaña de Alejandra Del Moral, “fue un lastre que era preferible mejor que se alejara para no estorbar”.
En tanto, en Coahuila, la excelente gestión de Miguel Riquelme lo colocó entre los cinco mejores gobernadores del país durante los últimos cinco años, al tiempo de granjearle el respeto y reconocimiento de propios y extraños.
Coahuila no se ha contaminado y podrido por lo que ocurre en los estados vecinos en el tema de la inseguridad pública, al contrario, el blindaje diseñado por el gobernador Miguel Riquelme ha permitido que los grupos criminales que dominan la frontera norte se alejen de aquí.
La Policía Estatal y Municipal gozan de prestigio por la capacitación que han recibido y el compromiso que tienen en favor de la seguridad de los coahuilenses.
Este es un hecho incontrovertible, además de que Saltillo es la tercera ciudad más segura del territorio nacional, y hay que recordar que fue gobernada por Manolo Jiménez.
No solo es la seguridad pública, sino el desarrollo económico y social que ha permitido mejorar la calidad de vida de los coahuilenses.
Estas cartas credenciales de Miguel Riquelme lo colocan como un candidato natural para recibir el PRI nacional, luego de que el que despacha en estos momentos en la sede tricolor de Insurgentes Norte se vaya porque se termina su gestión o porque la militancia se lo exija.
El actual Comité Ejecutivo Nacional del PRI se conforma por puros incondicionales de “Alito” y salvo algunas honrosas excepciones, todos son cómplices y corresponsables del desastre por el que atraviesa el tricolor y que, si no fuera por los priistas del Estado de México y de Coahuila, en estos momentos estaríamos hablando de la pérdida de su registro como partido político nacional.
“Alito” Moreno lleva al PRI hacia su extinción y aunque ahora se ampara en los votos conseguidos en las elecciones del domingo 4 de junio, lo cierto es que se ha convertido en un lastre para los tricolores y para sus aliados del PAN y del PRD.
La recién concluida jornada electoral arroja varias lecciones y saldos, sin embargo, una vez más queda corroborado que la democracia mexicana sí funciona y los votos de los electores cuentan y se cuentan.
El priismo no muere, solo se transforma. El mismo procedimiento electoral de Morena fue el que utilizó sexenio tras sexenio el sistema presidencialista emanado del PRI.
El maleficio del sexto año. Fatalmente, una especie de maleficio se cierne sobre el sexto año de los últimos Presidentes que ha tenido México. Todos anhelaron conjurarlo, pero hasta ahora ninguno ha podido escapar a él. La esperanza con que son bienvenidos los primeros de diciembre de transmisión de poderes se vuelve, sin remedio, repudio y desencanto en el ocaso de cada administración. ¿El balance? Será después de 25 años.
En Palacio Nacional están concentrados en una sola misión: evitar la crisis sexenal de descrédito. El pasado domingo, el Consejo Político Nacional de Morena, fue testigo presencial de que Andrés Manuel López Obrador sigue en control de su proceso sucesorio —sin fracturas— y con toda la fuerza para imponer al candidato o candidata que resulte postulado, a sus principales operadores políticos en el Senado y el Congreso, y algunas piezas clave del próximo gabinete.
Más Plutarco que Lázaro. Lo ocurrido durante la semana en torno a la carrera sucesoria permite perfilar esta aseveración que —con referencias históricas a las que tanto gusta recurrir el Presidente— lo acerca más a la figura de Plutarco Elías Calles —“Maximato”— que a la de Lázaro Cárdenas del Río. O hasta parafrasear a José López Portillo, "romper para estabilizar", frase que escribió en su diario la tarde que le pidió a Luis Echeverría Álvarez saliera del país como embajador.
El presagio de la rebeldía. No había pasado ni un día del triunfo morenista en la elección del Estado de México, cuando Andrés Manuel López Obrador convocó a cenar a los mejor posicionados aspirantes a la candidatura morenista, a las y los gobernadores surgidos de ese partido y a su dirigencia nacional.
En la mesa montada en “El Mayor”, restaurante de la Librería Porrúa del centro histórico desde donde se dominan los vestigios del “Templo Mayor” que fue el corazón espiritual de la gran Tenochtitlán, Andrés Manuel López Obrador estuvo flanqueado por las principales “corcholatas”, llamadas así a ocurrencia de él mismo: A la derecha, Adán Augusto López, seguido de Ricardo Monreal y a la izquierda, Claudia Sheinbaum, seguida de Marcelo Ebrard; por aquello de que forma es fondo, otro dicho histórico —de Jesús Reyes Heroles— de nuestro sistema político mexicano.
Fue un fuerte mensaje de unidad partidista ante los riesgos de fractura por la cada vez más intensa y ruda disputa de la candidatura presidencial morenista. Incluso con un llamado expreso a los contendientes de firmar el compromiso que evite la ruptura en Morena y a “cerrar filas” con la ganadora o ganador de la contienda.
Algunos aseguran que Andrés Manuel López Obrador fijó las reglas de cara a la encuesta que, por estatutos, se aplicará para determinar a la candidata o candidato y que son las que ratificó el Consejo Político Nacional morenista:
Primera. La renuncia de los contendientes a sus actuales cargos, antes del próximo viernes 16 de junio, un día antes de que Morena publique la convocatoria para participar en el proceso interno de selección de su candidato o candidata presidencial.
Segunda. Todos deberán cerrar filas con el ganador o la ganadora. Éste o ésta será designado coordinador de los “Comités de Defensa de la Cuarta Transformación” antes de ser registrado oficialmente como candidato o candidata. El segundo y tercer lugar serán designados como los coordinadores legislativos en el Senado y la Cámara de Diputados; y el cuarto, será incluido en el gabinete presidencial en una posición privilegiada.
La innegable astucia política de Andrés Manuel López Obrador plantea con esto que no se transfiere solamente a una persona la estafeta de la continuidad de la 4T sino a un grupo político que la tomaría en unidad y en el que sus figuras, aún las perdedoras, todavía tienen tiempo de buscar “la grande” en 2030.
El caso es que desde ya es el propio Andrés Manuel López Obrador quien configura los liderazgos políticos del próximo sexenio, lo que lo acerca, decíamos, a una especie de “Maximato” como el de Plutarco Elías Calles.
Tercera. Las “corcholatas” podrán hacer proselitismo entre el 15 de junio y la tercera semana de agosto, pero sin confrontaciones directas ni debates.
Cuarta. Las y los gobernadores morenistas, así como funcionarios del gobierno federal no podrán hacer pronunciamientos públicos en favor de alguno de los aspirantes. Esta regla fue la que varios mandatarios estatales de Morena violaron el viernes pasado en la llamada “cargada” por Claudia Sheinbaum y que tanto molestó al Presidente.
Quinta. El dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, y la secretaria general, Citlalli Hernández, se reunirán con representantes de las “corcholatas” en una mesa de negociación donde se acordará qué empresas encuestadoras serán las responsables del sondeo.
Sexta. La metodología de la encuesta y el número de preguntas que incluirá fueron definidos por el Consejo Político Nacional en la reunión del pasado domingo. Sobre estos últimos puntos es donde prácticamente no hay acuerdo entre los grupos que respaldan a los diferentes aspirantes. La propuesta que se adelantó en la cena del lunes fue que se hiciera una batería de cuatro encuestas: tres de diferentes empresas demoscópicas y una de Morena. No hay acuerdo hasta ahora en cuanto al número de preguntas que deben incluir.
Renuncias y relevos. Si no hay cambios de última hora, las renuncias de los aspirantes serán avaladas por el Consejo Político Nacional que encabeza el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo. Por lo pronto, el excanciller Marcelo Ebrard, presento su renuncia el lunes. Se trata de una renuncia definitiva. Lo sustituye la diplomática y bióloga Alicia Bárcena, quien deja la embajada de Chile para asumir la Cancillería.
Si como todo indica, Adán Augusto López, debió presentar su dimisión este viernes. Al igual que Claudia Sheinbaum. Los relevos, en el caso del primero, apuntan hacia la Secretaria de Seguridad Pública, Rosa Icela Rodríguez, o, si no, el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas. Y en el segundo caso, podría ser el secretario de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres Guadarrama, o la Secretaria de Administración y Finanzas, la tabasqueña Luz Elena González Escobar, quien suena fuerte a sustituirla.
El escaño en el Senado de Ricardo Monreal será ocupado por su suplente, Alejandro Rojas Díaz Durán. Y al frente de la Junta de Coordinación Política se designó al senador Eduardo Ramírez Aguilar. Y más adelante vendrá otra ola de renuncias y relevos relacionados con el proceso sucesorio de la capital del país.
Como siempre es un placer, nos leemos en la próxima…
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