EL FINAL LOPEZPORTILLISTA DE LÓPEZ OBRADOR
José López Portillo llegó a la etapa demencial restándole diez meses de gobierno, mientras que a López Obrador le quedan menos de 18.
Por Sergio Negrete Cárdenas
Los primeros resultados están a la vista. Están golpeando donde le duele al Presidente: en sus elefantes blancos.
Un sexenio es un largo tiempo para acumular estupideces. En el año cuatro del pejismo, ineptitud, ignorancia e improvisación ya toman formas concretas; el desastre pronosticado por los expertos se manifiesta. El imaginario obradorista inicia este año lo que será un doloroso choque con la realidad y que seguirá hasta 2024.
La semilla es la soberbia intelectual, la arrogancia del mesiánico que se compró su propia narrativa. El mediocre fósil de la UNAM, un hombre que confunde cultura con hacer referencias simplistas de la historia, quien cree que firmar libros lo convierte en intelectual de talla, realmente se creyó que tenía las respuestas a los grandes problemas nacionales. Porque nada, en su mente, es difícil. De ahí una de sus frases más trilladas: “no es ninguna ciencia”.
México nunca vio nada igual. Las grandes obras de infraestructura, los programas sociales, la política de combate al crimen organizado, todo se originó en la mente de López Obrador. No hubo expertos, planeación o pruebas piloto, solo la convicción del iluminado que está cierto que la realidad se doblegará ante sus fantasías. Sus premisas fueron dos. La primera es que no hacen falta expertos, sino subordinados. La segunda es que esas personas se conducirán con honradez. De ahí el famoso “90 por ciento honestidad, 10 por ciento experiencia” como premisa para repartir puestos. Una proyección freudiana, viniendo de alguien carente de experiencia y, más todavía, de honestidad.
Los primeros resultados están a la vista. Están golpeando donde le duele al Presidente: en sus elefantes blancos. En semanas recientes se anonadó que su improvisado trazo sobre un mapa, colocando estaciones de ferrocarril como fichas en un juego de mesa, no se esté convirtiendo en un hermoso tren recorriendo Yucatán.
No importa que no sea lo que originalmente imaginó (lo de imaginación es literal), lo que quiere es inaugurarlo, que las apariencias sean suficientes para dar la impresión de algo terminado. Que cueste muchísimo más tampoco importa, se trata de cortar el listón y que lo mal hecho medio sirva. Así avanza, entre la destrucción, el Tren Maya. Así inició una conectividad terrestre desastrosa y casi sin vuelos, Santa Lucía. El primero puede hundir cenotes aparte de haber destrozado selvas, el segundo iniciará una batalla aérea con el aeropuerto Benito Juárez en las rutas de aproximación. La refinería de Dos Bocas será inaugurada y por largo tiempo, quizá años, no producirá una sola gota de gasolina.
El mesías acumula frustraciones. Sus abrazos solo han traído más balazos. Sus fantasías de sembrando vida han arrasado bosques. Y, sobre todo, ha sido evidenciado con toda su parentela, su hijo mayor al frente, como un corrupto voraz. Se deberían agregar niños y adultos muertos por falta de medicamentos, millones de nuevos pobres porque rehusó salvar empleos en la pandemia, pero esos no le importan.
Ya inició el desquiciamiento ante esa terca realidad. Igual llega la furia que las lágrimas, el “ya no puedo más” que los ataques a aquellos que lo exhiben en su podredumbre, destacadamente Carlos Loret de Mola. Esa película ya la vieron los mexicanos hace 40 años: un presidente enloquecido y desesperado que buscó recuperar lo perdido doblando la apuesta en el cierre de su gobierno, finalmente perdiendo todo y dejando al país en ruinas.
Pero José López Portillo llegó a esa etapa demencial restándole diez meses de gobierno, mientras que a López Obrador le quedan menos de 18.
Este artículo, fue escrito por Sergio Negrete Cárdenas, el 24 de Marzo de 2022, lo retomo hoy, porque sus palabras, su escrito, pareciera que lo hubiera escrito hoy. Su vigencia y sus apreciaciones, finalmente, fueron predicciones contundentes, (los subrayados son míos para actualizar los datos).