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Los datos son alarmantes, en los últimos cinco años, desde 2018 a 2023, aproximadamente 17,776 mujeres han sido asesinadas en México, desde luego que no todos los casos se tipifican como feminicidios, sin embargo, el dato en sí mismo es abrumador, de hecho, el 70% de las mexicanas han sufrido algún tipo de violencia y 50 mil han sido agredidas físicamente en el lapso de tiempo antes mencionado. Se trata de 10 mujeres asesinadas diariamente en nuestro país desde 2018 en promedio. El machismo, el androcentrismo y la masculinidad hegemónica son parte esencial que explican la causa de estas terribles cifras que generan un aciago panorama para las mujeres en nuestro país, así como también la ignorancia sobre la legislación existente en materia de protección hacia las mujeres. Como docente de una institución educativa, he visto muchos casos en donde las alumnas son chantajeadas por exparejas al grado tal de someterlas y acosarlas, sin embargo, por desconocimiento de la legislación no proceden al respecto y esto genera que la impunidad provoque que los agresores continúen cometiendo sus felonías en detrimento de otras mujeres sabedores que no hay consecuencias sobre dichos actos, por ello la educación en estos temas es fundamental y no debe remitirse a las clásicas charlas anuales sobre los derechos de las mujeres en la coyuntura de un día específico en el mes de marzo. Regresando a los conceptos de masculinidad hegemónica y androcentrismo, se trata de males derivados de una inveterada historia de machismo mexicano que sigue tan arraigado dentro de nuestra sociedad y que sin importar las leyes que se aprueben y las marchas que se hagan seguirá incólume hasta que la educación en casa, en especial la de los varones, esté dirigida hacia el respeto e igualdad entre mujeres y hombres y se eliminen los llamados “roles predeterminados” que encapsulan a las mujeres en actividades domésticas y de sumisión desde la infancia y que son gran parte del sistema patriarcal heredado al remitirlas a actividades a espacios de los cuales es difícil salir. No se trata de minimizar la lucha de las mujeres por sus derechos, pero la estrategia de la expresión radical no ha cambiado absolutamente nada en cinco años, sobre todo porque dicha expresión se circunscribe a un solo día en marzo cuando esa expresión efímera debiera convertirse en activismo educativo permanente, porque ha quedado demostrado que la violencia y la indignación (así como los marcos jurídicos más avanzados en materia de protección femenina) no generan cambios y sí polarizan en una visión que divide y no suma, por ello la educación es la única salida para el aciago panorama de las mujeres en nuestro país. No hay otra solución.