Arrancamos… Efectos perversos.- El giro priista que le abrió paso al populismo fue un efecto perverso de la decisión del PAN de unirse en un frente con partidos de izquierda. Este reacomodo de fuerzas provocó un efecto perverso, en sociología, es el resultado inesperado y perjudicial de decisiones que buscaban otros fines. Cuando el PAN decidió ir a un frente con partidos de izquierda, para elevar su competitividad, quedó descartado el grupo calderonista con inclinaciones priistas. Con esta decisión se derrumbaron las expectativas del PRI, que veía buenas posibilidades de ganar las elecciones frente a una candidata muy débil como Margarita Zavala, y ante el candidato populista, Obrador, aparentemente desgastado por años de fracasos. La candidatura de Ricardo Anaya, que se movió hacia el centro, rompió en pedazos las esperanzas priistas y con ello despertó la ira del presidente Peña Nieto, que no le perdonó al líder del Frente que quisiera repetir lo que había logrado en Veracruz: derrotar al PRI. A partir de ese momento el principal enemigo del PRI fue el Frente encabezado por Anaya, quien fue o blanco de corruptas maniobras gubernamentales para liquidarlo. Y, ciertamente, quedó dañada la candidatura del Frente, aunque por un colecto perverso los votos no se los llevó Meade, sino Obrador. Las televisoras contribuyeron a este efecto. Al mismo tiempo, Obrador dio un fuerte viraje a la derecha con la intención de atraer a votantes priistas y a la clase media. Este cambio atrajo a sectores sindicales y empresariales que se sentían discriminados por el gobierno priista. El propio Obrador ha reconocido que el enfrentamiento entre panistas y priistas le ayudó. Es así como se fortaleció el proceso de restauración del nacionalismo revolucionario y de regeneración del autoritarismo. ¿Qué sucederá cuando se vea que la corrupción no se detiene, que la violencia desencadenada por el crimen organizado no desciende, que la autosuficiencia alimentaria y energética es una quimera, que la desigualdad no se acaba? Es posible que ello ocurra, pues es evidente que la corrupción también está en las propias filas de Morena, que la amnistía pensada para abatir la violencia es un espejismo, que la pobreza no se liquida si no hay desarrollo económico. En aquellos momentos ya se había disipado en cierta medida el misterio de la gran afluencia de apoyos a López Obrador. El gobierno priista le había abierto la puerta a su hijo pródigo. Este hecho iba siendo cada vez más reconocido. Varios priistas, en conversaciones privadas, reconocieron la triste verdad de un partido que había auspiciado el voto por el líder populista. Más tarde, en noviembre, una encuesta telefónica reveló que el 40% de quienes anteriormente habían votado por el PRI, ahora lo habían hecho por Morena. La misma encuesta mostró que el 15% de antiguos votantes del PRD no había votado por el candidato del Frente, Ricardo Anaya. Hubo también una quinta parte de antiguos votantes del PAN que había votado por Morena. Esta encuesta la realizó, para Eje Central, Indicadores SC, cuyo director calculó que el voto priista otorgó el 17.2% de los votos totales recibidos por Morena; el antiguo voto panista le dio el 8.7 por ciento. Lo que no sabemos es qué tipo de pactos secretos establecieron los operadores políticos de Obrador con las diferentes fuerzas priistas, con los sindicatos, con gobernadores y con sectores de la burocracia gubernamental. Aunque se habló de que había habido un pacto de Obrador con Peña Nieto, eso es algo que no se puede comprobar y que, por supuesto, fue negado. Lo único que podemos observar, por ahora, son los efectos de unos acuerdos, tácitos o implícitos, en los resultados electorales. MI VERDAD. - Haiga sido como haiga sido (¿?) ganó MORENA.