ARRANCAMOS…LA MENTE COLECTIVA la mentalidad colectiva, inculcada la historia, introyectada en cada individuo, impregnada en cada manifestación de la cultura popular y transmitida por costumbre e inconciencia de generación en generación, determina prácticamente todo lo que somos. A estas alturas, de este libro y de nuestra historia, ya debería estar claro que no somos todo lo maravilloso que decimos ser y que precisamente por eso es necesario transformar el país, declararnos la paz, establecer un pacto social equitativo, construir una estructura de beneficios mutuos y desarrollar así todo nuestro potencial. Hablar de mentalidad colectiva parece a veces algo un tanto esotérico o místico, pero no hay tal cosa; hay que entenderla como un fenómeno psicológico muy elemental. Esa mentalidad es una estructura en la mente de los individuos y depende de tres factores: una estructura socioeconómica, cultural, política, jurídica y religiosa, a la que llamaremos estructura fundamental; una narrativa histórica que es nuestra estructura mitológica, y una serie de patrones de conducta y condicionamientos, aprendidos y transmitidos generacionalmente, a lo que llamaremos estructura psíquica. La estructura elemental es lo que nos conforma como sociedad, y en el caso de México es de las cosas que urge transformar, ya que toda esa estructura está basada en la injusticia. Una economía de las mayores del mundo, rica y próspera, pero que nunca ha derramado la riqueza; un sistema jurídico que permite que esto ocurra de esta manera, un sistema político que utiliza la pobreza como capital, y una serie de creencias religiosas que veneran la pobreza, así como una iglesia que, desde tiempos virreinales hasta hoy, ha sido cómplice en la desigualdad y ha tratado de mantener al pobre feliz con su pobreza, siempre con promesas celestiales a futuro. La estructura mitológica es esta narrativa de conquista, derrota y victimización, esta visión de eterna lucha, de división y de conflicto, que bien podemos visualizar en murales de Diego Rivera como Epopeya del pueblo mexicano en las escaleras del Palacio Nacional, donde plasma su visión de todo nuestro recorrido histórico y donde difícilmente se puede encontrar un solo rincón de la obra pictórica donde no esté alguien peleando. Así, la formación y transformación de un país, su evolución o involución, avance, retroceso o estancamiento, depende por completo del actuar del pueblo. Lo que determina a un pueblo es su mentalidad, y dicha mentalidad depende de la narrativa histórica, de las historias que nos contamos de nosotros mismos, y quizá ya es hora de contarnos una historia diferente, una que nos permita alcanzar pronto el futuro que hasta hoy hemos dejado escapar. Las estructuras mencionadas, elemental, mitológica y psíquica, evidentemente interactúan y se retroalimentan unas de otras, son interdependientes. Si toda nuestra estructura elemental ha estado basada siempre en la injusticia, la explotación y el abuso de muy pocos sobre casi todos, resulta evidente que se construya una mitología de conquista y victimización, que la mayor parte del pueblo puede creer porque de alguna son mexicanos que aún viven conquistados… por las propias elites de México. Si toda nuestra estructura económica, política, jurídica y religiosa está basada en la injusticia, y nuestra estructura mitológica nos refuerza el mito y trauma de la conquista, nuestra estructura psíquica sólo puede estar muy dañada, conformada por condicionamientos psicológicos y pautas de conducta en torno a ser chingón y gandalla, a abusar antes de ser abusado, a buscar constantemente la revancha y el desquite, a ser intolerantes y cerrados y a ser enemigos unos de otros. Con esa estructura psíquica, difícilmente se podrá cambiar la estructura elemental, y así es como entramos y nos mantenemos en nuestro autodestructivo círculo vicioso. Así pues, la historia no es una realidad sino una construcción, una narrativa basada en hechos, pero basada en las interpretaciones, que a su vez siempre dependen de intereses ideológicos y políticos. Es así como la historia se convierte en una mitología nacional, y toda mitología, desde el inicio de la civilización, ha moldeado el inconsciente colectivo de un pueblo. No es casualidad que el Partido de la Revolución se interesara tanto en las construcciones históricas, y no es casualidad que su hijo color guinda tenga el mmismo interés. Conocen el valor y el poder de la historia.
MI VERDAD.- ¿Una nueva mitología para un nuevo México? NLDM